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Por fin el Cardenal Wyszynski camino de los altares.

Será beato el cardenal Wyszyński, héroe de la Iglesia en Polonia

Se reconocen las virtudes heroicas del “Primado del Milenio”, íntimo amigo de Juan Pablo II, que guió al país durante la ocupación y las persecuciones del comunismo. El presidente de los obispos polacos: «Un paso decisivo»

El cardenal Wyszyński con Juan Pablo II

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Pubblicato il 19/12/2017
SALVATORE CERNUZIO
CIUDAD DEL VATICANO

 

Era un amigo y un hermano para Juan Pablo II. Para Polonia, que lo venera como un “padre de la Patria”, es la figura crucial que salvó a la Iglesia y a la nación durante el oscuro periodo de la ocupación soviética, defendiendo a los cristianos de las persecuciones que puso en marcha el gobierno comunista en contra de la fe. Es difícil resumir la estatura de una figura como la del cardenal Stefan Wyszyński, Primado de Polonia desde 1948 hasta su muerte, en Varsovia, en 1981. La Iglesia hoy reconoce sus virtudes heroicas con un decreto promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos, aprobado ayer por el Papa Francisco, junto con otros decretos para nuevos beatos y siervos de Dios.

 

El Pontífice argentino abre de esta manera el camino hacia la causa de beatificación el que muchos han llamado el “Primado del milenio”, deseada y puesta en marcha por Wojtyla en 1989, pero que quedó en suspenso durante muchos años. «Es un paso decisivo», explicó a Vatican Insider el presidente de los obispos polacos, el arzobispo de Poznan, Stanisław Gadecki.

 

Wyszyński, pues, será beato. Para los fieles de Polonia se trata de una mera formalidad, porque para ellos el cardenal lo es ya desde hace tiempo; es más, es un santo. «El proceso –explicó Gadecki– demostrará con una luz mucho más plena sus méritos para la Iglesia y para Polonia». Méritos forjados durante una vida marcada por la pobreza, sufrimiento y violencia psicológica. Wyszyński estuvo encarcelado, se vio obligado a huir y a vivir en la clandestinidad, pero, a pesar de todo, logró permanecer firmemente en su papel de guía del país en un perfecto eeuilibrio entre valentís, fe y diplomacia.

 

Las dificultades, por lo demás, fueron una constante en su vida. Desde su nacimiento, en Zuzela (un pueblito del este de Polonia) el 3 de agosto de 1901, en una familia numerosa, en la que tuvo que afrontar la miseria y las enfermedades. Su padre, organista y sacristán de la parroquia local, tenía una fuerte devoción por la Virgen de Czestochowa, misma que transmitió a su hijo. Stefan, a los 23 años, en 2914, recibió la ordenación sacerdotal y emprendió los estudios de derecho canónico en la Universidad Católica de Lublin. Después llegó la ocupación nazi, y el obispo ordenó al sacerdote, considerando su débil salud, que abandonara el seminario en donde enseñaba. Wyszyński obedeció y se ocultó en el campo. Desde entonces surgió su valentía: a pesar de que tuviera que cambiar constantemente su domicilio para escapar a las redadas nazis, seguía sirviendo clandestinamente a los fieles del lugar en el que se encontraba de paso. La orden del obispo se reveló posteriormente providencial, pues más tarde se descubrió que el nombre de Wyszyński figuraba en la lista de los religiosos considerados peligrosos por la Gestapo y que habrían acabado en los campos de concentración. La misma lista en la que estaba el nombre Maximiliano Kolbe, asesinado en Auschwitz en 1941.

 

 

 

 

 

En 1944, durante la insurrección de Varsovia contra la invasión alemana, Wyszynski asumió el papel de capelán militar, sosteniendo a los heridos y asistiendo a los que estaban por morir. Tanto polacos como alemanes, poco le importaba. Cuatro años más tarde llegó su nombramiento como arzobispo de Gniezno y Varsavia, y, como otros prelados del Este europeo, también se le impidió a Wyszyński, en pleno estalinismo, ejercer la propia misión.

 

Su fuerza surgió durante la represión de las autoridades comunistas contra la Iglesia polaca y sus actividades durante los primeros años 50: escuelas, hospitales, periódicos fueron cerrados o expropiados por el gobierno. Sacerdotes y religiosos fueron encarcelados sin un verdadero proceso, la mayor parte de ellos fueron asesinados. En 1952 Pío XII nombró a Wyszyński cardenal, pero se le impidió ir a Roma. Al año siguiente, en 1953, el gobierno comunista promulgó la leyque preveía el control de los nombramientos eclesiásticos, imitando un proceso aplicado en la Unión Soviética después de la revolución.

 

Un ataque frontal contra la Iglesia. Wyszyński, que hasta entonces tuvo una actitud conciliadora buscando convivir con sus adversarios, se arremangó las mangas y escribió una carta que hizo historia, firmada al unísono por todos los obispos, y que fue enviada al gobierno. Ese documento significó un parteaguas en las relaciones entre el episcopado y el gobierno marxista. «Afirmamos que el antes dicho decreto no puede ser reconocido por nosotros como legítimo y vigente, puesto que va en contra de la Constitución [que reconocía la libertad de culto, ndr.] y contra las leyes de Dios y de la Iglesia». «Si tuviéramos que encontrarnos frente a la alternativa de someter la jurisdicción eclesiástica como un instrumento de gobierno civil o aceptar un sacrificio personal, no vacilaremos», indicaba el documento. «Seguiremos la voz apostólica de nuestra vocación y conciencia sacerdotal; seguiremos con paz interior, con la conciencia de no haber dado motivo para la persecución y que los sufrimientos que nos sucederán no serán por otra causa, sino por la de Cristo y de su Iglesia. ¡No podemos sacrificar las cosas de Dios sobre el altar de César! “Non possumus!”». Palabras enardecidas que produjeron la furia de los comunistas, pues comprendieron que podían presumir el control del país, pero no de la Iglesia católica.

 

Wyszynski estaba plenamente consciente de la reacción que aquella declaración habría provocado en el gobierno, pero se dijo listo al martirio. La noche del 25 de septiembre de 1953 fue arrestado. Al salir del palacio episcopal, le dijo a una religiosa que estaba tratando de prepararle una maleta: «Hermana, no llevaré nada. Entré pobre a esta casa y pobre saldré». La cárcel duró tres años, y cada día lo amenazaban con ser ajusticiado. El cardenal fue transferido a diferentes lugares para ocultar su paradero. Solamente durante el último año de su encarcelamiento pudo vivir en un convento en los Cárpatos Orientales, con la posibilidad de enviar y recibir cartas.

 

 

Su voz volvió a resonar en octubre de 1956, cuando Polonia se rebeló a la dictadura soviética y se dio paso a la vía nacional frente al socialismo, encomendando la guía del partido a Władysław Gomułka (La Revuelta de Poznań) a quien el régimen de Bierut había encarcelado, pero no procesado. El cardenal dio muestras de gran sensibilidad política y logró acordar con Gomułka las relaciones entre el Estado y la Iglesia evitando actitudes que habrían podido aumentar la tensión en el país y favorecer una intervención armada soviética (como sucedió pocas semanas más tarde, tras la Revuelta de Hungría).

 

El nuevo líder Gomułka le pidió al arzobispo que volviera a su sede episcopal de Varsovia. Wyszynski aceptó, con la condición de que fueran respetadas algunas premisas, es decir que se cancelara el decreto sobre los nombramientos de los obispos, que se garantizara la libertad de culto y la independencia entre el Estado y la Iglesia. El 28 de octubre, el primado volvió a Varsovia y el 8 de diciembre se firmó el nuevo acuerdo que suscribía las condiciones exigidas por el cardenal.

 

La Curia romana, en su ala más conservadora, juzgaba que era excesiva esta moderación. Cuando el primado polaco, en 1957, pudo viajar a Roma para visitar al Papa Pío XII tuvo que esperar algunos días. Pero en el segundo Cónclave de 1978, el que habría debido elegir al sucesor de Juan Pablo I, su nombre fue considerado como uno de los más “papables”. Testigos de la época refieren que precisamente él fue quien “candidateó” como posible Pontífice al arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, con quien tenía una sólida amistad.

 

Juan Pablo II a menudo se refirió a su figura y alabó públicamente su valentía. Por una broma del destino, no pudo participar en el funeral que fue un evento nacional. Wojtyla se encontraba hospitalizado en el Policlínico Gemelli, después del atentado del 13 de mayo, que fue 15 días antes de la muerte del cardenal, el 28 de mayo de 1981. De todas maneras, envió una carta a la nación polaca, con la que proclamó 30 días de recogimiento y oración para meditar sobre la «figura del inolvidable Primado» y «su enseñaza, su papel en un periodo tan difícil de nuestra historia».

 

El cuerpo de Wyszyński se encuentra en la actualidad en la Basílica archicatedral de San Juan Bautista de Varsovia. En 1989 Juan Pablo II comenzó el proceso de beatificación, que ahora, finalmente da un paso hacia adelante.


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El drama de los mineros chilenos al cine.

EN LA PANTALLA GRANDE EL DRAMA DE LOS 33 MINEROS CHILENOS. Dos meses a 700 metros de profundidad. Hombres comunes que enfrentan la fragilidad del dolor y el miedo a la muerte

De alta intensidad

De alta intensidad

El 13 de octubre de 2010 izaron y quedó a salvo Luis Urzúa, jefe de turno y último de los 33 mineros que estuvieron atrapados durante más de dos meses a 700 metros de profundidad en la mina de San José, al norte de Chile, debido al derrumbe de la única vía de acceso. La historia de los mineros de Copiapó, en la región desértica de Atacama, produjo gran impacto en todo el mundo y las operaciones de rescate fueron seguidas paso a paso por los medios internacionales.

Cinco años después se presenta en las salas cinematográficas chilenas Los 33, producida por 20th Century Fox en América Latina y por Warner Bros en EEUU. La película “es una lección de humanidad y muestra que cuando la gente se une con un objetivo común, se logran muchas cosas”, declaró la directora del drama, Patricia Riggen, al semanario mexicano Proceso durante una conversación telefónica desde Atlanta, Estados Unidos, donde está rodando otro filme,Miracles from heaven que estrenará la primavera del año que viene.

Entre los actores que interpretaron los sufrimientos físicos y mentales de los 33 mineros se destacan algunos de trayectoria internacional, como Antonio Banderas y Juliette Binoche, en colaboración con otros actores sudamericanos (Gustavo Angarita y Adriana Barraza), estadounidenses (James Brolin) y europeos (el actor y productor irlandés Gabriel Byrne).

Requirió tres años de trabajo llevar a la pantalla grande un proyecto tan ambicioso como fascinante. La directora no oculta que desde el principio el guión, realizado por profesionales del calibre de Mikko Alanne, Craig Borten y Michael Thomas, presentaba gran cantidad de problemas. Necesitó varias semanas de intenso trabajo para llegar a la entrevista con el productor estadounidense Mike Medavoy. Patricia Riggen cuenta que describió cómo quería hacer la película que había imaginado. Le explicó que debía mostrar primero a los mineros en la vida cotidiana a 700 metros de profundidad; después a las familias, especialmente sus esposas, con sus miedos y esperanzas; por último el trabajo de los rescatistas y el rol del gobierno. Una historia apasionante y convincente, y al cabo de dos horas Medavoy le garantizó el financiamiento necesario para realizar la película.

El rodaje comenzó en diciembre de 2013 en las minas de sal colombianas de Nemocón y Zipaquirá y continuó los primeros meses del año siguiente en el desierto de Atacama, en Chile. “Uno de los retos más grandes era cómo narrar una película con tantos personajes. Tenía treinta y tres varones abajo, en la mina, y afuera a las familias, los rescatistas y el gobierno. Entonces, empecé por delimitar el número de mineros abajo y darle nombre sólo a diez, porque el desafío era hacerlo lo más respetuoso y fidedigno posible con la historia original. Diez hombres “construidos” en base a los relatos y las experiencias de los treintaitrés”, describe la directora mexicana, quien explicó que había conocido y entrevistado personalmente a los protagonistas de los hechos para poder entablar una relación muy cercana que le permitiera captar todos los detalles de una experiencia de cautiverio que resulta incomprensible si no se ha vivido en forma directa.

Gracias a la producción del filme los mineros gozan hoy de una pensión del Estado que de otra forma probablemente nunca hubieran recibido. Cuando quebró la compañía San Esteban, propietaria de la mina, los mineros que se salvaron de la tragedia no recibieron ninguna compensación. Tampoco el gobierno del ex presidente Sebastián Piñera les otorgó una pensión. Durante el rodaje algunas personas de la producción encabezadas por Antonio Banderas tuvieron la oportunidad de conversar con Michelle Bachelet, candidata a la presidencia de Chile en las elecciones de 2013. Cuando volvió a la Casa de la Moneda para su segundo mandato en marzo de 2014 ella les entregó una pensión vitalicia a los mineros.

No faltaron las polémicas sobre los montos pagados por los derechos. Juan Carlos Aguilar, uno de los sobrevivientes, concedió diversas entrevistas en Chile y a la prensa internacional afirmando que la productora del largometraje les hizo firmar un contrato muy poco ventajoso para los mineros por la cesión de los derechos a perpetuidad, sin darles la oportunidad de consultar otros abogados. Sin embargo Patricia Riggen insiste en que el contrato respetó las garantías que normalmente se conceden y que incluso en este caso en particular se les dio más dinero del que suele otorgarse a personas individuales. “Es inevitable –agregó Riggen- que puedan surgir desacuerdos porque algunos son más famosos que otros, algunos han sabido capitalizar más su fama que otros”.

La película se estrenará en Estados Unidos el 14 de noviembre próximo. No tiene superhéroes ni es una comedia, sino que muestra hombres separados de sus seres queridos, que sufren la fragilidad ante el dolor y el miedo a la muerte. Un sujeto complejo que ha costado mucho dinero. La madurez del público americano y las recaudaciones decidirán si la apuesta valió la pena.


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Los Cascos azules. Memoria y homenaje.

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El 29 de mayo, el vicesecretario general, Jan Eliasson, depositará una corona de flores en reconocimiento a todos los cascos azules que han muerto en el terreno. También se concederá la medalla «Dag Hammarskjöld» a título póstumo a 125 militares, policías y personal civil que perdieron sus vidas mientras prestaban sus servicios en las operaciones de mantenimiento de la paz en 2014.

Trabajar al servicio de la causa por la paz es una peligrosa ocupación. Desde que se fundaron las Naciones Unidas, cientos de valerosos hombres y mujeres han perdido la vida en esta misión.

Ole Bakke, un noruego que servía en Palestina, fue el primer caído, abatido a tiros en julio de 1948. El conde Folke Bernardotte de Suecia, un mediador de la ONU en Palestina, fue el segundo, asesinado dos meses después.

La cabeza principal de la ONU fue cercenada en 1961, cuando el Secretario General Dag Hammarskjöld, junto con 6 colegas, murió en un avión que se precipitó a tierra en el Congo, durante una misión en busca de la paz.

Treinta años después, el número y la magnitud cada vez mayor de misiones de mantenimiento de la paz de la ONU, pone a su vez a muchos más en peligro. En el decenio de los años 90 se perdieron más vidas que en los cuatro decenios anteriores en su conjunto.

En el primer decenio del siglo XXI, las Naciones Unidas se convirtieron, ellas mismas, en el principal blanco: sus instalaciones fueron atacadas en Baghdad en 2003, Argelia en 2007 y Kabul en 2009.

«Ya desde el principio de mi mandato, permítanme garantizarles que yo le concedo la mayor importancia a que el personal de las Naciones Unidas reciba la seguridad y la vigilancia que sean necesarios para llevar a cabo sus vitales misiones(…)

Una gestión de la seguridad eficaz, eficiente y responsable, no puede ni debe ser una opción secundaria o un aspecto subestimado dentro de nuestra asignación de presupuestos. Es éste un aspecto fundamental de nuestras operaciones en todo el mundo, que debemos siempre esmerarnos por mejorar».

Secretario General Ban Ki-moon
en su mensaje ante la Séptima Reunión
Cumbre sobre la Seguridad la Vigilancia
del Personal de las Naciones Unidas y Personal Asociado
16 de enero de 2007

Los desastres naturales también han cobrado la vida de aquellos que sirven a las Naciones Unidas. El terremoto de Haití en 2010, por ejemplo, tuvo un saldo trágico de 102 miembros del personal, siendo la mayor pérdida registrada en una sola ocasión en la historia de la Organización.

Recordamos aquí a aquellos que suelen ser olvidados, aquellos que han muerto al servicio de las Naciones Unidas: los caídos.


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Mexico: cuál fue la verdad sobre la muerte del Card. Posadas Ocampo?

ESE HILO ROJO QUE UNE MÉXICO Y EL SALVADOR. Nada se sabe todavía sobre el homicidio del cardenal Posadas Ocampo. Asesinado en Guadalajara hace 22 años el mismo día de la fiesta de Romero

Estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara, México, 24 de mayo de 1993

Estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara, México, 24 de mayo de 1993
Hace 22 años, el 24 de mayo de 1993, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, se encontraba en su automóvil en el estacionamiento del Aeropuerto de la ciudad cuando fue acribillado con 14 proyectiles de ametralladora, empuñada por alquien que sigue siendo completamente desconocido. A pesar del tiempo transcurrido y varias investigaciones sobre el crimen, los autores y posibles mandantes, todavía no hay una certeza jurídica irrefutable. Es más, las polémicas y controversias nunca terminaron. Y ayer, 24 horas después de la beatificación de mons. Romero, obispo y mártir, aunque en forma callada mucha gente se unió en la oración para recordar a este sacerdote, seguramente asesinado por sus severas condenas contra el narcotráfico.
El cardenal Posadas Ocampo murió en su auto mientras esperaba que llegara el Nuncio apostólico Girolamo Prigione. Mons. Prigione fue nombrado en 1978 Delegado apostólico en México y en 1992, cuando se establecieron relaciones diplomáticas con la Santa Sede, asumió el cargo de Nuncio. Y precisamente mons. Prigione  tuvo un rol involuntario en los trágicos acontecimientos que ocurrieron años después, porque el 21 de junio de 1970 consagró obispo al salvadoreño Óscar Romero, hoy beato de la Iglesia Católica, mártir y custodio de la fe.
En el momento de su muerte, el cardenal Posadas Ocampo tenía 67 años y era también Vicepresidente del CELAM. Nacido en Salvatierra el 10 de noviembre de 1926, Pablo VI lo nombró obispo de Tijuana el 21 de marzo de 1970 y posteriormente Juan Pablo II lo transfirió a la diócesis de Cuernavaca el 28 de diciembre de 1982. Algunos años después el Papa polaco lo nombró arzobispo de Guadalajara (15 de mayo de 1987). Por último Juan Pablo II lo creó cardenal en el Concistorio del 28 de junio de 1991. El cardenal Posadas Ocampo gozaba de un enorme prestigio dentro y fuera de la Iglesia en la región latinoamericana, y muchos consideraban que era un probable candidato para ser arzobispo de la arquidiócesis de Ciudad de México, una de las más importantes del continente americano.
Inmediatamente después del homicidio se plantearon dos hipótesis sobre las causas del crimen, que a dos décadas de distancia siguen vigentes: una, avalada por mons. Prigione (la misma que sostuvo la Policía, el entonces Procurador general de la República Jorge Carpizo y el gobierno del presidente Salinas de Gortari) considera que se trató de un accidente porque el purpurado quedó ocasionalmente atrapado en medio de un mortífero enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes. En pocas palabras, Posadas Ocampo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, o fue víctima de una confusión de persona (debido a sus rasgos físicos, altura y corpulencia, semejantes a un conocido narcotraficante). La Procuraduría General de la República mejicana abonó la tesis del enfrentamiento entre narcos afirmando que los hechos habían ocurrido mientras una banda trataba de matar al jefe rival, llamado el “Chapo” Guzmán.
La otra hipótesis, sotenida por otros cardenales, numerosos obispos, amigos de la víctima, la mayor parte de la prensa local e internacional, y las autoridades del Estado de Jalisco, afirmaba abiertamente el crimen deliberado, con el propósito de eliminar un pastor que en numerosas oportunidades había condenado la industria de la droga y los carteles de la coca. Muchos consideraban que el cardenal Posadas Ocampo, cuyo nombre incorporó Juan Pablo II a la larga lista de mártires del siglo XX, fue víctima de dos mandantes del crimen organizado mexicano: Juan Francisco Murillo Díaz, llamado “El Güero Jaibo” y Edgar Nicolás Villegas, llamado “El Negro”, miembros del Cartel de Tijuana, que querían “ajustarle” cuentas a “un cura que no sabía cerrar la boca”. En los últimos años ocurrieron algunos hechos nuevos de considerable importancia. El cardenal Norberto Rivera, arzobispo de Ciudad de México, declaró en 2002: “Puedo confirmar que todo el episcopado ha votado por unanimidad una petición al gobierno para reabrir el caso, porque todavía quedan muchas dudas serias sobre la muerte del cardenal. Personalmente creo que hubo un complot, que se trató de un homicidio intencional y que hay muchos aspectos que nunca se aclararon”. Por otra parte, el 24 de mayo de 1999 la Procuraduría general y el nuevo Procurador, junto con el Estado de Jalisco y los obispos mexicanos, confirmaron lo que siempre habían dicho: el cardenal no fue víctima de ningún enfrentamiento o de una confusión de persona. Posadas Ocampo fue acribillado cuando estaba de pie junto a su automóvil, bien visible y reconocible.
Posadas Ocampo es el tercer obispo que murió violentamente en los últimos 90 años. El primero, en 1923, fue el español Juan Soldevilla y Romer (Fuentelapeña, 20 de octubre de 1843 – Zaragoza, 4 de junio de 1923), asesinado por el grupo anárquico “Los Solidarios de Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti”. El segundo fue Emile Biayenda (Mpangala, 1927 – Brazzaville, 23 de marzo de 1977), cardenal de la República del Congo, arzobispo de Brazzaville. Lo mataron la noche entre el 22 y el 23 de marzo de 1977 a los 50 años, durante los desórdenes que se produjeron en el Congo tras el asesinato del presidente Ngouabi.


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La universalidad de Mons. Romero. Editorial de la UCA

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La universalidad de monseñor Romero

20/05/2015

En Vísperas de la beatificación de monseñor Romero, es bueno, entre otras reflexiones, hacer eco de su universalidad. Con frecuencia algunos dignatarios de la Iglesia han dicho que “monseñor Romero es nuestro”. Es cierto, pero esa frase no se opone a la universalidad de este obispo mártir. De hecho, católico significa universal. Y nadie debería quejarse porque a un católico se le asuma como propio desde muy distintas esferas. De hecho, otro mártir, esta vez laico, santo Tomás Moro, con su libro titulado Utopía, consiguió una universalidad de la que los católicos nos sentimos orgullosos. Las fuentes de la universalidad romeriana se pueden explicar de diversas formas. Pero resulta interesante hacerlo desde dos puntos de vista: el de la Iglesia católica y el de las Naciones Unidas.

Juan Pablo II decía que en un mundo caracterizado por una guerra de los poderosos contra los débiles, el obispo tenía que ser un profeta de justicia, afianzado en el radicalismo evangélico, padre de los pobres, defensor de los derechos humanos, capaz de desenmascarar falsas antropologías y voz de los que no tienen voz para defender sus derechos. Todas estas palabras están sacadas de una instrucción pontifical de 2003 titulada “Los pastores del rebaño”. Si el contexto es universal, como lo es “la guerra de los poderosos contra los débiles” en el mundo actual, rebelarse pacíficamente contra esa guerra y trabajar por la paz desde la defensa de los más pobres y sus derechos es el modo cristiano de volverse universal. Cualquier cristiano, sea sacerdote, religioso o laico, que calle de un modo cómplice ante violaciones evidentes y graves de derechos humanos está renegando de su fe. Si además fuera obispo, estaría también traicionando directamente su cargo. El hecho de dar la vida por mantener esa dimensión de profeta de justicia, voz de los sin voz, ha hecho de Romero un santo universal, porque ha construido caminos cristianos y a la vez universales de superación de la injusticia.

Las Naciones Unidas declararon el 24 de marzo como el Día Internacional del Derecho a la Verdad en Relación con Violaciones Graves de Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas. En los propósitos que la ONU establece para esa fecha, se menciona trabajar por la verdad en el caso de víctimas, recordar a quienes lucharon por ella y por los derechos humanos, y reconocer los valores de monseñor Romero. De nuestro obispo se recuerda como ejemplar su profundo humanismo y servicio a la humanidad, su defensa de los derechos humanos (incluyendo la denuncia de su violación), la protección de la vida, la defensa de la dignidad humana, los llamados al diálogo y la oposición a toda forma de violencia. La misma universalidad del amor a lo humano y su dignidad se le reconoce al pastor desde la Asamblea General de las Naciones Unidas, que por unanimidad aprobó ese día consagrado tanto a las víctimas como a la memoria de él, Romero del mundo, defensor de los débiles y hecho débil hasta la muerte por quienes abusan de los pobres.

Son dos aproximaciones, desde el ideal del obispo en tiempos de crisis, visto desde la Iglesia; y desde el ideal del defensor de las víctimas, apreciado desde la máxima instancia mundial de diálogo y acuerdos internacionales. Religiosa una, laica la otra, ambas coinciden al catalogar a Romero como una persona de hondos valores, ejemplar y con validez universal. A estas dos apreciaciones se le puede añadir la dimensión ecuménica, el amor entrañable de gente sencilla que lo siente como fuerza en sus vidas, el nombre de plazas, edificios y fiestas en torno a su recuerdo y su triunfo martirial. La universalidad es evidente. Y por eso, los católicos debemos estar alegres cuando otros se lo apropian. Como Martin Luther King, como la madre Teresa, como Anne Frank, Mahatma Gandhi o Nelson Mandela, Óscar Romero pertenece a esa estela de personajes que trascienden fronteras y convocan siempre a ser mejores personas, más generosas y más entregadas, a construir una mejor humanidad. Para nosotros, los cristianos, tener santos de ese nivel es hacer presente la fuerza del Espíritu en este mundo hambriento de liberación y salvación.


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Romero, mártir de la justicia. Editorial de UCA

Romero, mártir de la justicia

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U C A – S. Salvador

      Estamos a días de celebrar un acontecimiento trascendental en nuestra historia.

El Salvador está siendo noticia en el mundo no por una guerra, ni por un terremoto, ni por los altos niveles de violencia. La beatificación de monseñor Romero ha despertado interés internacional porque es el reconocimiento universal a una persona que puso su vida y su cargo al servicio de los más pobres y sufridos. Pero localmente corremos el peligro de solo fijarnos en el qué celebramos y olvidarnos del porqué. Es muy positivo que casi todos los sectores de la vida nacional se sumen al regocijo de un pueblo que no esperó el reconocimiento oficial para ver en monseñor Romero a un mensajero de Dios. Pero celebrarlo despojándolo de su mensaje, de su contexto histórico y de las causas de su asesinato, desnaturaliza el legado del pastor.

No es que no nos alegremos de que sectores poderosos —como algunos grandes medios de comunicación, empresarios y políticos— que antes confabularon contra el arzobispo, ahora levanten la bandera de la santidad de Romero. El punto es que reconocer con palabras al mártir cerrando los ojos a las razones que lo llevaron al martirio es honrarlo mal. Quienes hoy reconocen a Romero para no desentonar del reconocimiento universal dejan traslucir que sus acciones no son auténticas. Apenas estamos a las puertas del acto oficial de beatificación y ya se ven intentos de manipulación, lo que nos puede dar una idea de lo que vendrá después. Se están escuchando afirmaciones que distorsionan la verdad del obispo mártir hasta llegar a auténticas barbaridades.

Reconocen a monseñor Romero y a renglón seguido lo comparan con personajes como Domingo Monterrosa, responsable de la masacre de más de 800 mujeres, niños y hombres campesinos en El Mozote, y hasta con el que la Comisión de la Verdad y la mayoría del pueblo identifican como el autor intelectual de su asesinato, Roberto D’Aubuisson. Por otra parte, basta con escarbar un poco para darse cuenta de que algunos de los que ahora vitorean la beatificación de Romero pretenden convertirlo en una figura insípida en nombre de la diplomacia, de la reconciliación o de la despolarización de la sociedad. No es justo invocar la reconciliación sin antes pedir perdón por el asesinato de Romero y de tantos otros salvadoreños inocentes. No es honesto ni cristiano prepararse para encender cirios ante la foto de Romero y seguir negando la verdad que él denunció.

Honrar la memoria del arzobispo pasa por reconocer las razones que lo llevaron a la muerte en aquella difícil situación en la que le tocó vivir. Monseñor Romero denunció las injusticias que sufría el pueblo y señaló a quienes las cometían. Exhortó a los ricos a compartir ante la pobreza de la mayoría de la población. Condenó la violencia como mecanismo para resolver los problemas y animó a procurar la justicia social para evitar un derramamiento de sangre. Exigió, en nombre de Dios, desobedecer las órdenes de los jefes castrenses y policiales que mandaban asesinar a gente inocente.

En verdad, monseñor Óscar Romero es para todos. Pero solo puede serlo desde el reconocimiento de su vida, su mensaje y las causas de su martirio. No se puede ocultar que es un mártir por odio a la fe y, por eso, mártir de la justicia; como dijo el papa Francisco, es un mártir por el odio que le granjeó seguir con fidelidad el camino de Jesús, optar clara y decididamente por las víctimas de la violencia y de la injusticia.

Y por esa razón es un santo. Ese hecho es el que se reconocerá el sábado 23 de mayo y el que celebrará el pueblo que siempre ha querido y honrado a Óscar Arnulfo Romero.

Universidad Centroamericana – San Salvador


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UNICEF: consternación por el asesinatos de cuatro colaboradores.

Mueren cuatro integrantes de UNICEF en un atentado en Somalia

La misión de la ONU en Somalia (UNSOM) se encuentra en la capital, Mogadishu. Foto: UNSOM

20 de abril, 2015 — Siete personas perdieron hoy la vida en un atentado en Garowe, Somalia, incluyendo cuatro integrantes del equipo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) cuyo vehículo en el que viajaban fue atacado con un artefacto explosivo improvisado. También hay varios heridos de gravedad si bien no se ha confirmado aún el número.

“Todos en UNICEF estamos profundamente tristes e indignados”, señaló el director de UNICEF, Anthony Lake. “Nuestros colegas dedicaron sus vidas a trabajar por los niños de Somalia. Ellos no son víctimas, son héroes. Nuestro trabajo en favor de los niños más vulnerables y sus familias será un tributo justo”, agregó el alto funcionario.

En tanto, el Representante especial del Secretario General para Somalia, Nicholas Kay condenó también en los términos más enérgicos el ataque. “Estoy conmocionado y horrorizado. La completa falta de respeto por la gente que hace el trabajo humanitario en Somalia es deplorable”, señaló Kay.

Según las primeras investigaciones, el personal de UNICEF en Garowe fue atacado cerca de las 8 de la mañana cuando se dirigía de su casa al trabajo, un trayecto que normalmente demora unos 3 minutos.

Si bien nadie ha reivindicado de manera oficial la autoría del atentado, se sospecha que podría ser responsabilidad de Al Shabab, un grupo islamista somalí relacionado a Al Qaeda.

Al Shabab estuvo detrás de dos ataques la semana pasada en Mogadishu, la capital de Somalia. Hombres armados mataron a tiros a un legislador y un atentado frente al Ministerio de Educación Superior el martes pasado dejó al menos 19 muertos. El grupo también perpetró un ataque en una universidad en el este de Kenya, donde mató a casi 150 personas.