La arquidiócesis de Santiago de Cuba, que se encuentra en la región occidental de la isla que fue cuna del primer cristianismo cubano, y que ha sido visitada por tres Papas (Juan Pablo II en 1998, Benedicto XVI en 2012 y Francisco en 2015), y que en la actualidad es guiada por el presidente de la Conferencia de los obispos católicos del país, monseñor Dionisio García, está viviendo desde hace tiempo una floreciente primavera religiosa. Y su centro es precisamente un pequeño pueblo, El Cobre, a 32 kilómetros de la ciudad. Desde aquí, en 1953, comenzó la revolución cubana orquestada por el comandante Fidel y su hermano Raúl Castro. Pero antes había sido cuna de las luchas independentistas en contra de la dominación española y en contra de la esclavitud. Entre los 47 obispos que ha tenido desde 1517, casi todos ellos ilustres, destaca san Antonio María Claret y Clark, Cmf (del 20 de mayo de 1850 al 20 de junio de 1859, día de su renuncia).
Entre sus más de 15 parroquias, está la de El Cobre, sede del famoso Santuario de la Basílica de Nuestra Señora de El Cobre, que funge también como iglesia parroquial. La iglesia de la parroquia existe pero desde hace más de 50 años, después de la nacionalización, y se ha utilizado con otros objetivos, sobre todo como almacén estatal. Durante este año los amplios locales serán restituidos a la iglesia y así la parroquia volverá a su vida normal y el párroco, el dinámico padre Gustavo Cunill, a quien visitamos durante algunos días en su casa parroquial, contará con el espacio necesario para todas las actividades de la comunidad eclesial local. Al escuchar sus generosas e inteligentes respuestas a mis preguntas, recordé lo que decía un arzobispo cubano que ya falleció: «En Cuba no es más difícil ser cristiano de cuanto lo sea en los demás países del mundo».
Santuario y parroquia temporal
Durante más de medio siglo la parroquia local ha compartido el santuario, dirigido actualmente por el padre rector Eugenio Castellanos, para llevar a cabo y desarrollar sus actividades, que son muchas a pesar de que el pueblo sea pequeño: catequesis, bautismos, grupos juveniles de voluntarios para la asistencia a los enfermos graves o terminales, centro de distribución semanal de ayuda material a las poblaciones más necesitadas. En las últimas semanas, la parroquia también ha estado en primera línea en las actividades de socorro entre los habitantes cuyas modestas propiedades (pequeñas casas blancas, en orden, aseadas y graciosas) fueron devastadas por el paso del huracán Sanday en noviembre del año pasado. Más del 50% de las viviendas se quedaron sin techo y no pocas fueron reducidas a escombros, porque se utilizaron materiales ligeros para su construcción. El mismo santuario, a pesar de ser de cemento y de su solidez, sufrió algunos daños: se cayeron las puertas principales y muchos vidrios de las ventanas quedaron hechos añicos. Había sucedido lo mismo en 2012 con otro huracán.
La restitución de la iglesia parroquial, que forma parte de un gradual proceso de devolución de los edificios de culto a la Iglesia católica cubana, dará a este lugar un singular y nuevo dinamismo, y el padre Gustavo Cunill se está preparando con el optimismo y el entusiasmo que revela en su compromiso pastoral. Don Gustavo indica que las dificultades no son pocas, pero no desiste y se siente muy animado por el obispo y por sus demás hermanos, así como por las visitas de los Papas al santuario y al pueblito: Benedicto XVI y Francisco. Hace 19 años, san Juan Pablo II, anciano y enfermo, no pudo visitar la Basílica menor, por lo que, en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, en la que celebró la Eucaristía, se puso aliado del altar una pequeña estatua de la Virgen de la Caridad de El Cobre para que lo acompañara.
Girasoles amarillos para la «Cachita»
Benedicto y Francisco, durante sus respectivas visitas a Cuba, pasaron una noche cerca del Santuario en una pequeña casa, un edificio rectangular simple y esencial, construido para Papa Ratzinger en pocos meses, en uno de los patios internos de la Casa para retiros espirituales de la que se ocupan las monjas de Madre Teresa de Calcuta, al lado de la basílica mariana. En la zona hay otros dos edificios: un pequeño albergue para peregrinos y una casa en la que se retiró después de su renuncia, por motivos de edad, el arzobispo anterior, monseñor Pedro Claro Meurice Estilu, que murió en Miami el 10 de febrero de 2007.
Toda la vida de la comunidad de El Cobre (cuyas principales fuentes de trabajo son dos: una pequeña mina de oro abierta y las oficinas estatales) gira al rededor del Santuario, día y noche. Es gran de la atracción por la piedad popular, por la devoción mariana y por los peregrinajes que hacen los cubanos y también mucha gente del extranjero. Cada semana la Basílica recibe a algunos miles de fieles y todos, antes de entrar al santuario (la «casa de la Madre de los cubanos», llamada afectuosamente con el diminutivo «Cachita» y proclamada Patrona de Cuba por Benedicto XV hace cien años), compran una vela y un original y hermoso homenaje floral en forma de corona ovan en donde, sobre una base de hojas entretejidas con gran habilidad y belleza, hay varios girasoles amarillos.
Pequeñas obras maestras de los artesanos del pueblo, principalmente mujeres de todas las edades, que después son vendidas por las calles que conducen a la Basílica por los varones, principalmente jóvenes. A quienes compran el arreglo de flores se les regala una bolsita con guijarros entre los que hay pequeñas y luminosas pepitas de cobre. La atención y el respeto de los vendedores, tanto ambulantes como los que tienen pequeños e improvisados quioscos, son sorprendentes, cien por ciento hechos en Cuba, gentiles, persuasivos y solidarios. A menudo, cuando los peregrinos y turistas quieren ofrecerles más (los precios son irrisorios) se niegan con cortesía y firmeza. Le sucedió a nuestro grupo, que escuchó decir: «No señor. Nosotros queremos explotar el turismo y no al turista».
La mina de cobre abandonada y la religión de la unidad nacional
Toda la historia del país, de la Virgen y del Santuario, así como del pequeño pueblo, se relaciona con una mina de cobre, que fue clausurada en el año 2000 porque ya no daba buenos rendimientos. La existencia del cobre en este lugar fue descubierta durante los primeros años del siglo XVI. Un puñado de europeos, principalmente alemanes, comenzó a explotar el mineral utilizando mano de obra de muchos esclavos indígenas y afrocubanos, evangelizados por el eremita Mathias de Olivera. Entre 1673 y 1731 hubo muchas protestas y levantamientos del pueblo en contra de la explotación y de la esclavitud, que fue abolida gradualmente entre 1880 y 1886. El monumento «El Cimarrón», en una veta de la mina, recuerda la lucha contra el esclavismo.
En 1606 dos indígenas (Rodrigo y Juan de Hoyos) y un criollo (Juan Mortero) encontraron en la bahía de Nipe, que se abre al Mar Caribe, una pequeña estatua de la Virgen que estaba flotando. La estatua estaba bastante arruinada y tenía un a frase: «Yo soy la Virgen de la Caridad». En el siglo XVII, después de una pequeña restauración, la estatuita fue colocada en la capilla del hospital para los esclavos mineros. El primer santuario fue destruido en 1906. La construcción del santuario actual comenzó alrededor de 1902. En 1936 la «Cachita» fue coronada por voluntad de Papa Pío XI. Los Padres de la Patria, entre los que destaca Carlos Manuel de Céspedes, en 1868, junto con los «manbisas» (insurgentes contra la dominación española) dejaron a los pies de la Virgen las armas con las que habían combatido. Desde entonces también se conoce a la Virgen como «La Mambisa».
Estos son algunos datos históricos que anticipan una realidad imborrable de Cuba: su carácter, su unidad y su temperamento nacional no pueden ser explicados ni comprendidos fuera del catolicismo y de su intrínseca vocación mariana. Así como la historia cubana desde mediados del siglo XX hasta la fecha no puede explicarse sin el «castro-guevarismo», toda la historia del pueblo cubano, desde el descubrimiento de Colón, no se puede explicar sin el Evangelio y la Virgen. Y esta es una realidad única y excepcional entre todas las naciones del continente americano.
Los últimos 21 años de la historia cubana
Durante 43 años, de 1953 a 1996, año del encuentro en el Vaticano entre el presidente Fidel Castro y Juan Pablo II, las relaciones entre la revolución cubana, la Iglesia local y la Santa Sede, nunca interrumpidas, tuvieron altibajos, sobre todo por situaciones específicas y circunscritas, pero ninguna de las partes denunció o enfatizó (porque nunca existió) una situación de persecución religiosa. Una presunta persecución fue impugnada pro la propaganda política e ideológica anti-cubana, aderezada a menudo con la ignorancia y la mentira. Es por ello que desde 1996, gradualmente y en el respeto recíproco, fue creciendo el diálogo, la colaboración y el intercambio entre La Habana el episcopado y la Sede Apostólica. En este proceso, las visitas de tres Papas han sido piedras de toque.
Quedan pendientes, para las etapas sucesivas, dos aspectos nada fáciles y probablemente muy largos. Por un lado están las conversaciones que comenzaron a finales del año pasado entre dos delegaciones: cinco miembros que representan al episcopado cubano, guiadas por el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Dionisio García (presidente de la Conferencia de los Obispos católicos), y cinco representantes del gobierno guiados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, Bruno Rodríguez. Por otra parte está un amplio capítulo dentro de la Iglesia cubana misma, en donde los desafíos son múltiples, en particular los que se relacionan con la actualización no solo al momento histórico del país, sino también con el dinamismo del Pontificado actual. Las cuestiones específicas son diferentes y van desde la formación del clero hasta la catequesis y más en general pasan por las formas de evangelización, por la relevante cuestión del sincretismo religioso y por la respuesta a las exigencias de las nuevas generaciones en un país que ha envejecido mucho y en el que nacen muy pocos niños. Volveremos a hablar sobre estos argumentos en los próximos artículos.