Loiola XXI

Lugar de encuentro abierto a seguidor@s de S. Ignacio de Loyola esperando construir un mundo mejor


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Save the children: por un alto el fuego permanente en Gaza

Save the children

Petición de firmas: alto el fuego permanente en Gaza

Ningún niño debe sufrir de nuevo el horror de una guerra

#AltoElFuegoGaza

13/08/2014. Tras más de un mes de conflicto, la situación humanitaria es crítica en Gaza. 415 niños han muerto ya, el sistema de salud pública está al borde del colapso, medio millón de personas están desplazadas y los suministros de agua y electricidad están cortados por los ataques.

Además los bombardeos han acabado con miles de vidas; los hospitales y las escuelas han sido dañados y familias enteras han muerto.

Es urgente actuar para proteger las vidas de los niños.

Por eso en Save the Children pedimos al Secretario General de Naciones Unidas que presione para conseguir un alto el fuego permanente. Asimismo solicitamos que manifieste su rechazo al uso de armas explosivas en áreas habitadas por población civil y que trabaje para alcanzar una solución duradera a la crisis para que los niños de Gaza e Israel no tengan que sufrir el horror de una guerra


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Los objetivos del milenio: son alcanzables?

Save the children  

Los objetivos del milenio.

2015: quedan 500 días

 18/08/2014. En el año 2000 los líderes mundiales adoptaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (#ODM). Estos incluían, entre otros, compromisos para reducir la pobreza a la mitad, conseguir que todos los niños fueran escolarizados y reducir drásticamente la mortalidad materna e infantil; todo ello para el año 2015.

Hoy en día, el número de millones de personas que viven en situación de pobreza extrema es menor comparado con la generación anterior, la mayoría de los niños terminan la educación primaria y el hambre se ha reducido en más de un tercio. Sin embargo 18.000 niños mueren cada día por causas evitables y un millón de recién nacidos mueren en su primer día de vida. Los recién nacidos representan ahora el 44% de las muertes de niños menores de cinco años.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio representan las necesidades humanas y los derechos básicos que todos los individuos del planeta deberían poder disfrutar. Se componen de 8 Objetivos, 21 metas cuantificables – que se supervisan mediante 60 indicadores – y se ha fijado 2015 como fecha para su cumplimiento.

Hoy ha comenzado la cuenta atrás: quedan 500 días para cumplir los Objetivos. Es necesario que todo el mundo actúe para poder cumplirlos y que más países puedan sumarse al objetivo número 4: reducir las muertes prevenibles de niños en dos tercios para 2015. Para ello hay que actuar con celeridad y reducir la cantidad de muertes de recién nacidos ya que existe el peligro real de que esta cifra pudiera estancarse.

En Save the Children lanzamos en 2009 la campaña “Todos Contamos”, nuestra mayor campaña global. Su objetivo principal es detener el número muertes prevenibles en niños y madres y que este hecho sea una prioridad política y movilice a millones de personas tanto en países ricos como pobres.

Ya hemos obtenido algunos resultados espectaculares y hemos recibido un tremendo apoyo para la campaña de todas partes del mundo. Además hemos alcanzado nuevos acuerdos con otras organizaciones, empresas y millones de personas como parte de nuestra campaña para lograr tres cosas:

– Un trabajador/a de salud al alcance de cada niño y cada niña.
– Vacunas para todos los niños y niñas – sin importar donde vivan.
– Una vida sin desnutrición.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio son alcanzables pero toda la comunidad internacional tiene que trabajar conjuntamente paran acelerar y mejorar lo conseguido en la última década. #MDGmomentum


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Jornada anual asistencia humanitaria. Llamamiento OMS

Día Mundial de la Asistencia Humanitaria: la OMS hace un llamamiento a favor de la protección de los trabajadores de la salud en conflictos y desastres

Comunicado de prensa

Dado el aumento de la magnitud, la complejidad y la frecuencia de las emergencias graves en todo el mundo, la Organización Mundial de la Salud está haciendo un llamamiento para que se ponga fin a las agresiones contra los trabajadores de la salud en los conflictos y otras emergencias humanitarias, ya que constituyen una violación del derecho fundamental a la salud.

Como cada 19 de agosto, mañana se celebra el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, en el que la OMS llamará la atención sobre los ataques sistemáticos contra trabajadores de la salud, hospitales, dispensarios y ambulancias en Siria, Gaza, República Centroafricana, Iraq, Sudán del Sur y otras zonas.

Las amenazas y el acoso a que están siendo sometidos los trabajadores de la salud en países de África Occidental también constituyen un componente preocupante del brote epidémico provocado por el virus del Ebola. Estos profesionales, a pesar de asumir riesgos personales para proporcionar asistencia médica esencial, reciben amenazas y sufren rechazo y estigmatización.

«Los médicos, los enfermeros y demás personal sanitario tienen que poder llevar a cabo su labor humanitaria destinada a salvar vidas sin la amenaza de violencia o inseguridad», dice la Dra. Margaret Chan, Directora General de la OMS.

El Dr. Richard Brennan, Director del Departamento de Gestión de los Riesgos de Emergencias y Respuesta Humanitaria de la OMS, añade: «Los ataques contra trabajadores y establecimientos de atención de la salud afectan gravemente al acceso a la asistencia sanitaria, privan a los pacientes de tratamiento e interrumpen las medidas de prevención y control de las enfermedades contagiosas. La OMS tiene el mandato específico de proteger el derecho humano a la salud, especialmente en el caso de las personas afectadas por emergencias humanitarias».

Aunque los efectos adversos de los ataques contra el personal y los establecimientos sanitarios están bien documentados en conflictos como los de Siria, Sudán del Sur y Gaza, los trabajadores de la salud también están teniendo dificultades para desempeñar sus labores esenciales fuera de las zonas en guerra. En el Pakistán y Nigeria, los vacunadores contra la poliomielitis, la mayoría de ellos mujeres, han sido un blanco expreso de agresiones.

En el marco de su liderazgo de la coordinación de la respuesta sanitaria a las emergencias internacionales, la OMS está colaborando con los asociados para documentar, prevenir y responder mejor a estos incidentes. La protección de quienes cuidan de los enfermos y las personas vulnerables en las circunstancias más difíciles en todo el mundo es una de las responsabilidades más apremiantes de la comunidad internacional.


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Rueda de prensa del Papa durante el vuelo a Roma con los enviados especiales.

PapaGasbarriLombardi

El Papa con los periodistas en el vuelo de Corea a Roma.

La agencia Vagtican Insider publica la rueda de prensa del Papa con los enviados especiales durante el vuelo de regreso de Corea a Roma

Son muchas las cuestiones planteadas sobre temas de gran actualidad. Para acceder al documento basta pulsar el enlace que ponemos a continuación.

http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/francesco-corea-35862/


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Corea: despedida del Papa Francisco

PapaCoreaobispos

Papa: ¡Jesús pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la reconciliación!

(RV).- ( se actualizó con voz del Papa) RealAudioMP3 (con audio) «La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor fraterno. ¡Éste es el mensaje que les dejo como conclusión de mi visita a Corea: tengan confianza en la fuerza de la cruz de Cristo! Reciban su gracia reconciliadora en sus corazones y compártanla con los demás», dijo el Papa Francisco, culminando su viaje a Corea con la Santa Misa para implorar a Dios la gracia de la paz y de la reconciliación. Con este ruego que tiene especial resonancia en la península coreana, cuyo pueblo desde hace más de 60 años conoce la experiencia de división y conflicto, en la Catedral de Myeong-dong, en Seúl, el Obispo de Roma alentó también a dar «un testimonio convincente del mensaje reconciliador de Cristo en sus casas, en sus comunidades y en todos los ámbitos de la vida nacional». Exhortando a la conversión e impulsando la amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, invitó a rezar «para que surjan nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro, para que se superen las diferencias, para que, con generosidad constante, se preste asistencia humanitaria a cuantos pasan necesidad, y para que se extienda cada vez más la convicción de que todos los coreanos son hermanos y hermanas, miembros de una única familia, de un solo pueblo. Hablan la misma lengua».


En la oración de los fieles, el Papa Bergoglio invitó a rezar por el Card. Filoni, enviado personal suyo a Irak y por cuantos sufren persecuciones y están obligados a dejar sus casas y tierra.
(CdM – RV)

Voz y texto completo de la homilía del Papa: RealAudioMP3

HOMILÍA
Catedral de Myeong-dong – Seúl
18 de agosto de 2014

Queridos hermanos y hermanas:

Mi estancia en Corea llega a su fin y no puedo dejar de dar gracias a Dios por las abundantes bendiciones que ha concedido a este querido país y, de manera especial, a la Iglesia en Corea. Entre estas bendiciones, cuento también la experiencia vivida junto a ustedes estos últimos días, con la participación de tantos jóvenes peregrinos, provenientes de toda Asia. Su amor por Jesús y su entusiasmo por la propagación del Reino son un modelo a seguir para todos.
Mi visita culmina con esta celebración de la Misa, en la que imploramos a Dios la gracia de la paz y de la reconciliación. Esta oración tiene una resonancia especial en la península coreana. La Misa de hoy es sobre todo y principalmente una oración por la reconciliación en esta familia coreana. En el Evangelio, Jesús nos habla de la fuerza de nuestra oración cuando dos o tres nos reunimos en su nombre para pedir algo (cf. Mt 18,19-20). ¡Cuánto más si es todo un pueblo el que alza su sincera súplica al cielo!
La primera lectura presenta la promesa divina de restaurar la unidad y la prosperidad de su pueblo, disperso por la desgracia y la división. Para nosotros, como para el pueblo de Israel, esta promesa nos llena de esperanza: apunta a un futuro que Dios está preparando ya para nosotros. Por otra parte, esta promesa va inseparablemente unida a un mandamiento: el mandamiento de volver a Dios y obedecer de todo corazón a su ley (cf. Dt 30,2-3). El don divino de la reconciliación, de la unidad y de la paz está íntimamente relacionado con la gracia de la conversión, una transformación del corazón que puede cambiar el curso de nuestra vida y de nuestra historia, como personas y como pueblo.
Naturalmente, en esta Misa escuchamos esta promesa en el contexto de la experiencia histórica del pueblo coreano, una experiencia de división y de conflicto, que dura más de sesenta años. Pero la urgente invitación de Dios a la conversión pide también a los seguidores de Cristo en Corea que revisen cómo es su contribución a la construcción de una sociedad justa y humana. Pide a todos ustedes que se pregunten hasta qué punto, individual y comunitariamente, dan testimonio de un compromiso evangélico en favor de los más desfavorecidos, los marginados, cuantos carecen de trabajo o no participan de la prosperidad de la mayoría. Les pide, como cristianos y como coreanos, rechazar con firmeza una mentalidad fundada en la sospecha, en la confrontación y la rivalidad, y promover, en cambio, una cultura modelada por las enseñanzas del Evangelio y los más nobles valores tradicionales del pueblo coreano.
En el Evangelio de hoy, Pedro pregunta al Señor: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?». Y el Señor le responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,21-22). Estas palabras son centrales en el mensaje de reconciliación y de paz de Jesús. Obedientes a su mandamiento, pedimos cada día a nuestro Padre del cielo que nos perdone nuestros pecados «como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden». Si no estuviésemos dispuestos a hacerlo, ¿cómo podríamos rezar sinceramente por la paz y la reconciliación?
Jesús nos pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la reconciliación. Diciéndonos que perdonemos a nuestros hermanos sin reservas, nos pide algo totalmente radical, pero también nos da la gracia para hacerlo. Lo que desde un punto de vista humano parece imposible, irrealizable y, quizás, hasta inaceptable, Jesús lo hace posible y fructífero mediante la fuerza infinita de su cruz. La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor fraterno.
Éste es el mensaje que les dejo como conclusión de mi visita a Corea. Tengan confianza en la fuerza de la cruz de Cristo. Reciban su gracia reconciliadora en sus corazones y compártanla con los demás. Les pido que den un testimonio convincente del mensaje reconciliador de Cristo en sus casas, en sus comunidades y en todos los ámbitos de la vida nacional. Espero que, en espíritu de amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que se preocupan por el futuro de la sociedad coreana, sean levadura del Reino de Dios en esta tierra. De este modo, nuestras oraciones por la paz y la reconciliación llegarán a Dios desde más puros corazones y, por un don de su gracia, alcanzarán aquel precioso bien que todos deseamos.
Recemos para que surjan nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro, para que se superen las diferencias, para que, con generosidad constante, se preste asistencia humanitaria a cuantos pasan necesidad, y para que se extienda cada vez más la convicción de que todos los coreanos son hermanos y hermanas, miembros de una única familia, de un solo pueblo.
Antes de dejar Corea, quisiera dar las gracias a la Señora Presidenta de la República, a las Autoridades civiles y eclesiásticas y a todos los que de una u otra forma han contribuido a hacer posible esta visita. Especialmente, quisiera expresar mi reconocimiento a los sacerdotes coreanos, que trabajan cada día al servicio del Evangelio y de la edificación del Pueblo de Dios en la fe, la esperanza y la caridad. Les pido, como embajadores de Cristo y ministros de su amor de reconciliación (cf. 2 Co 5,18-20), que sigan creando vínculos de respeto, confianza y armoniosa colaboración en sus parroquias, entre ustedes y con sus obispos. Su ejemplo de amor incondicional al Señor, su fidelidad y dedicación al ministerio, así como su compromiso de caridad en favor de cuantos pasan necesidad, contribuyen enormemente a la obra de la reconciliación y de la paz en este país.
Queridos hermanos y hermanas, Dios nos llama a volver a él y a escuchar su voz, y nos promete establecer sobre la tierra una paz y una prosperidad incluso mayor de la que conocieron nuestros antepasados. Que los seguidores de Cristo en Corea preparen el alba de ese nuevo día, en el que esta tierra de la mañana tranquila disfrutará de las más ricas bendiciones divinas de armonía y de paz. Amén.


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El derecho de asilo. Definición. Países. Derechos y obligaciones

ACNUR

                                              Hablemos del asilo (ACNUR)

 

La agencia ACNUR de la ONU publica en su web un magnfíco  informe sobre el asilo: definición, derechos y deberes, Países, datos estadisticos. Recomendamos su lectura. Encontrarán el texto en el siguiente enlace:

http://www.larutinaesfantastica.org/activity/infografia-asilo/


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El Papa Francisco y China. Comentario de Vatican Insider.

08/17/2014 

Francisco tiende la mano hacia China

La agencia Vatican Insider examina las palabras del Papa a los Obispos asiáticos, y recordando el vuelo del aéreo papal por el espacio aéreo chino, ofrece una reflexión sobre las posibilidades un acercamiento hacia China y los Países comunistas.

Reproducimos aquí el texto de Vatican Insider y les damos la dirección en Internet de esta agencia.
Papa Francisco

(©Afp)

(©AFP) PAPA FRANCISCO

La alusión en su discurso a los obispos de Asia: los cristianos no llegan como conquistadores, no llegan para quitarles su identidad. Pekín reacciona favorablemente

ANDREA TORNIELLI
SANTUARIO DE HAEMI

«Espero firmemente que los países de su continente con los que la Santa Sede no tiene todavía una relación plena no duden en la promoción de un diálogo que beneficie a todos. No me refiero solo al diálogo político, sino también al diálogo fraterno».

Al final del discurso de Francisco a los obispos de Asia, pronunciado en italiano en el santuario de Haemi. se encuentra la primera alusión (indirecta) a China, Corea del Norte, Laos y Birmania. Bergoglio no estaba en ningún contexto político. Después de haber explicado que la actitud del diálogo se relaciona con la naturaleza misma de la fe cristiana, y después de haber recordado que el dialogo auténtico exige claridad en cuanto a la propia identidad y una capacidad para crear empatía con la gente. Con respecto al texto preparado, añadió frases decisivas justamente en cuanto a las relaciones con China: «Estos cristianos no vienen como conquistadores, no viene a quitarles su identidad. Les traen la suya, pero quieren caminar con nosotros», y después: «el Señor hará la gracia; alguno pedirá el bautismo, alguno no, pero siempre caminamos juntos».

Es decir, los cristianos no pretenden la imposición de modelos culturales, ni los mueve una oscura estrategia política. Para ellos es importante, sobre todo, el Evangelio; no el cambio de regímenes políticos. Se trata de frases muy significativas justamente por haber sido pronunciadas en el contexto asiático de su viaje y, en particular, que aluden a las relaciones con las autoridades chinas.

La esperanza del Papa se vincula con las también importantes palabras sobre la reconciliación entre ambas Coreas del pasado encuentro con los jóvenes (el 15 de agosto). En estos días, parece haberse establecido un sutil canal de diálogo con las autoridades de Pekín, que parecería haber surgido gracias al telegrama enviado por el Papa para agradecer el permiso para volar sobre el espacio aéreo del gigante asiático, concedido por primera vez a un Pontífice. La mirada evangélica de Francisco también tiene rasgos geopolíticos y, desde China, parecen llegar algunas señales que los colaboradores de Francisco consideran muy interesantes.

 

 

Al volar los cielos chinos, el Papa envió un telegrama al presidente Xi Jinping. Un gesto normal, que se usa con todos los países por los que vuela el avión papal. Pero era la primera vez que sucedía con las autoridades de Pekín. Por una ironía del destino, el telegrama no llegó a su destino aquel 14 de agosto, por lo que la embajada china en Roma se puso en contacto con la Secretaría de Estado vaticana para pedir el texto. La primera reacción fue muy positiva.

 

El vocero del ministerio del Exterior chino, Hua Chunying, comentó: «Recibimos las observaciones de Papa Francisco. China siempre ha sido sincera al mejorar sus relaciones con el Vaticano y siempre ha hecho esfuerzos positivos en este sentido». Sus palabras fueron publicadas por el «China Daly» y citadas también en la televisión nacional del país, es sentido positivo, sin añadir los comentarios usuales con los que se pone en guardia sobre las interferencias del Vaticano en las cuestiones internas chinas ni con los que se exige una explicación a la Santa Sede por sus relaciones con Taiwán. También fue significativa la reacción del padre Mathew Zhen Xuebi, exponente de la diócesis de Pekín y de la comunidad eclesiástica reconocida por el gobierno, que indicó «un paso más para mejorar la comunicación». «Tenemos la esperanza de que un día China y el Vaticano puedan establecer relaciones diplomáticas y que el Papa pueda visitar China».


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El Papa bautiza a un coreano en Seúl

Inesperadamente, el Papa bautiza a un padre de familia coreano.

Raúl Cabrera, enviado especial
(RV).- (audio) La mañana del domingo en Seúl el coreano Lee Ho Jin cumplió un sueño largamente anhelado: ser bautizado. Él es el padre de una de las jóvenes víctimas del naufragio del Sewol, que junto a otras familias saludaron personalmente al Santo Padre antes de la celebración de la misa en Daejeon, y en donde pidió al Papa ser bautizado. La sencilla ceremonia de este domingo se llevó a cabo en la Capilla de la Nunciatura Apostólica, lugar de residencia del Pontífice durante el viaje. Lee Ho Jin, visiblemente emocionado, estaba acompañado por sus dos hijos restantes y por el sacerdote que lo presentó al Obispo de Roma el pasado 15 de agosto, durante la celebración de la misa en el estadio de Daejeon. Fungió de padrino un laico miembro del personal de la nunciatura. La celebración fue en coreano y estuvo guiada por el jesuita coreano que estos días asiste al Santo Padre como intérprete. El Pontífice participó personalmente al Bautismo con la infusión del agua y la unción del Sacro Crisma. Al bautizado se le dio el nombre Francisco. Como asegura el p. Lombardi en una nota, el Papa se alegró mucho por poder participar de esta manera – de forma no prevista- al gran ministerio de la administración del bautismo de adultos de la Iglesia en Corea.
(RC-RV)


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Discurso del Papa a los obispos asiáticos en Corea

Obispos asiáticos

Diálogo con todos: Francisco a los Obispos de Asia

(RV).- Identidad cristiana, diálogo, corazón abierto, empatía, sincera acogida y apertura a todos: fueron las palabras del Papa Francisco en su discurso a los obispos de Asia, en la mañana de este domingo 17 agosto, penúltimo día de viaje apostólico, en el Santuario de Haemi en Corea.
En su encuentro con los obispos de Asia, el Papa ha explicado que el diálogo debe partir de nuestra propia identidad cristiana y ha advertido que, en el encuentro con diversas culturas, este camino del diálogo encuentra tres tentaciones: el relativismo, la superficialidad y una aparente seguridad en respuestas fáciles y frases hechas. Francisco ha subrayado que es la fe en Cristo nuestra identidad cristiana más profunda, a partir de la cual inicia nuestro diálogo. Fe que debemos compartir sin fingimientos.

Finalmente, el Papa ha manifestado su confianza en que, con este espíritu de apertura a los otros, los países de Asia con los cuales la Santa Sede no tiene todavía una relación plena avancen y promuevan un diálogo en beneficio de todos.

El Santuario de Haemi está dedicado al “mártir ignoto” porque la identidad de la mayor parte de los 132 mártires coreanos asesinados en este lugar a mitad del año 1.800 es desconocida.

(MCM-RV)

Testo completo del discurso del Papa a los Obispos asiáticos

Haemi, Santuario de los Mártires
17 de agosto de 2014

Reciban mi saludo cordial y fraterno en el Señor ahora que estamos reunidos en este lugar santo donde muchos cristianos dieron sus vidas por fidelidad a Cristo. Me decían que hay mártires sin nombre, porque nosotros no conocemos los nombres: son santos sin nombres. Pero esto me hace pensar a tantos, tantos cristianos, santos en nuestras iglesias: niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos: ¡tantos! No conocemos los nombres, pero son tantos. Nos hace bien pensar en esta gente simple que lleva adelante su vida cristiana y solamente el Señor conoce su santidad.

Su testimonio de caridad ha traído gracias y bendiciones no sólo a la Iglesia en Corea sino también más allá de sus confines; que sus oraciones nos ayuden a ser pastores fieles de las almas confiadas a nuestros cuidados. Agradezco al Cardenal Gracias sus amables palabras de bienvenida – es muy gentil le cardenal ¿eh? ¡Gracias! – y la labor de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia en orden a impulsar la solidaridad y promover la acción pastoral en sus Iglesias locales.

En este vasto continente, en el que conviven una gran variedad de culturas, la Iglesia está llamada a ser versátil y creativa – ¡versátil y creativa! – en su testimonio del Evangelio, mediante el diálogo y la apertura a todos. ¡Pero este es su desafío! De hecho, el diálogo es una parte esencial de la misión de la Iglesia en Asia (cf. Ecclesia in Asia, 29). Pero al emprender el camino del diálogo con personas y culturas, ¿cuál debe ser nuestro punto de partida y el punto de referencia fundamental para llegar a nuestra meta? Ciertamente, ha de ser el de nuestra propia identidad, nuestra identidad de cristianos. No podemos comprometernos propiamente a un diálogo si no tenemos clara nuestra identidad. De la nada, de la neblina de la autoconciencia no se puede dialogar, no se puede comenzar a dialogar. Y, por otra parte, no puede haber diálogo auténtico si no somos capaces de tener la mente y el corazón abiertos a aquellos con quienes hablamos, con empatía y sincera acogida. Es una atención y en la atención nos sostiene el Espíritu Santo. Tener clara la propia identidad y ser capaces de empatía son, por tanto, el punto de partida de todo diálogo. Si queremos hablar con los otros, con libertad, abierta y fructíferamente, hemos de tener bien claro lo que somos, lo que Dios ha hecho por nosotros y lo que espera de nosotros. Y, si nuestra comunicación no quiere ser un monólogo, hemos de tener apertura de mente y de corazón para aceptar a las personas y a las culturas. Sin miedo. El miedo es enemigo de estas aperturas.

No siempre es fácil asumir nuestra identidad y expresarla, puesto que, como pecadores que somos, siempre estamos tentados por el espíritu del mundo, que se manifiesta de diversos modos. Quisiera señalar tres. El primero es el deslumbramiento engañoso del relativismo, que oculta el esplendor de la verdad y, removiendo la tierra bajo nuestros pies, nos lleva a las arenas movedizas de la confusión y la desesperación. Es una tentación que hoy en día afecta también a las comunidades cristianas, haciéndonos olvidar que «bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre» (Gaudium et spes, 10; cf. Hb 13,8). No hablo aquí del relativismo únicamente como sistema de pensamiento, sino de ese relativismo práctico de cada día que, de manera casi imperceptible, debilita nuestro sentido de identidad.

Un segundo modo mediante el cual el mundo amenaza la solidez de nuestra identidad cristiana es la superficialidad: la tendencia a entretenernos con las últimas modas, artilugios y distracciones, en lugar de dedicarnos a las cosas que realmente son importantes (cf. Flp 1,10). En una cultura que exalta lo efímero y ofrece tantas posibilidades de evasión y de escape, esto puede representar un serio problema pastoral. Para los ministros de la Iglesia, esta superficialidad puede manifestarse en quedar fascinados por los programas pastorales y las teorías, en detrimento del encuentro directo y fructífero con nuestros fieles, – y también con los “no fieles” – especialmente con los jóvenes, que tienen necesidad de una sólida catequesis y de una buena dirección espiritual. Si no estamos enraizados en Cristo, las verdades que nos hacen vivir acaban por resquebrajarse, la práctica de las virtudes se vuelve formalista y el diálogo queda reducido a una especie de negociación o a estar de acuerdo en el desacuerdo. Aquel acuerdo en el desacuerdo, pero, porque las aguas no se mueven, ¿no? Esta superficialidad que nos hace tanto mal…

Hay una tercera tentación: la aparente seguridad que se esconde tras las respuestas fáciles, frases hechas, normas y reglamentos. Jesús ha luchado tanto con esa gente que se escondía detrás de las leyes, de los reglamentos, las respuestas fáciles: los ha llamado “hipócritas”. La fe, por su naturaleza, no está centrada en sí misma, la fe tiende a “salir fuera”. Quiere hacerse entender, da lugar al testimonio, genera la misión. En este sentido, la fe nos hace al mismo tiempo audaces y humildes en nuestro testimonio de esperanza y de amor. San Pedro nos dice que tenemos que estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a quien nos lo pidiere (cf. 1 P 3,15). Nuestra identidad de cristianos consiste, en definitiva, en el compromiso de adorar sólo a Dios y amarnos mutuamente, de estar al servicio los unos de los otros y de mostrar mediante nuestro ejemplo no sólo lo que creemos sino también lo que esperamos y quién es Aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tm 1,12).

Así pues, la fe viva en Cristo constituye nuestra identidad más profunda. Es decir, estar radicados en el Señor. Y si está esto, todo lo demás es secundario. Es esto. Es de esta identidad profunda, la fe viva en Cristo en la cual estamos radicados, de esta realidad profunda que comienza nuestro diálogo y ella es lo que debemos compartir, sincera y honestamente, sin fingimientos, mediante el diálogo de la vida cotidiana, el diálogo de la caridad y en todas aquellas ocasiones más formales que puedan presentarse. Ya que Cristo es nuestra vida (cf. Flp 1,21), hablemos de él y a partir de él, con decisión y sin miedo. La sencillez de su palabra se transparenta en la sencillez de nuestra vida, la sencillez de nuestro modo de hablar, la sencillez de nuestras obras de servicio y caridad con los hermanos y hermanas.

Quisiera añadir un aspecto más de nuestra identidad como cristianos: su fecundidad. Naciendo y nutriéndose continuamente de la gracia de nuestro diálogo con el Señor y de los impulsos del Espíritu, da frutos de justicia, bondad y paz. Permítanme, por tanto, que les pregunte por los frutos de la identidad cristiana en su vida y en la vida de las comunidades confiadas a su atención pastoral. ¿La identidad cristiana de sus Iglesias particulares queda claramente reflejada en sus programas de catequesis y de pastoral juvenil, en su solicitud por los pobres y los que se consumen al margen de nuestras ricas sociedades y en sus desvelos por fomentar las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa? ¿Aparece en esta fecundidad? Hago esta pregunta y cada uno de ustedes puede pensar.

Finalmente, junto a un claro sentido de la propia identidad cristiana, un auténtico diálogo requiere también capacidad de empatía. Para que haya diálogo, debe estar también esta cosa. Se trata de escuchar no sólo las palabras que pronuncia el otro, sino también la comunicación no verbal de sus experiencias, de sus esperanzas y de sus aspiraciones, de sus dificultades y de lo que realmente le importa. Esta empatía debe ser fruto de nuestro discernimiento espiritual y de nuestra experiencia personal, que nos hacen ver a los otros como hermanos y hermanas, y “escuchar”, en sus palabras y sus obras, y más allá de ellas, lo que sus corazones quieren decir. En este sentido, el diálogo requiere por nuestra parte un auténtico espíritu “contemplativo”: espíritu contemplativo de apertura y acogida del otro. ¡Yo no puedo dialogar si estoy cerrado al otro! ¿Apertura? Más: ¡acogida! Ven a mi casa, tú, en mi corazón. Mi corazón te recibe. Quiere escucharte. Esta capacidad de empatía posibilita un verdadero diálogo humano, en el que las palabras, ideas y preguntas surgen de una experiencia de fraternidad y de humanidad compartida. Si queremos ir al fundamento teológico de esto, vamos al Padre: nos ha creado a todos. Somos hijos del mismo Padre. Esa capacidad de empatía nos conduce a un auténtico encuentro: debemos ir hacia esa cultura del encuentro en que se habla de corazón a corazón. Nos enriquece con la sabiduría del otro y nos dispone a recorrer juntos el camino de un mayor conocimiento, amistad y solidaridad. “Pero hermano Papa, nosotros hacemos esto, pero a lo mejor no convertimos a nadie o a pocos”. Pero tú haz esto. Desde tu identidad, escucha al otro. Pero, ¿cuál ha sido el primer mandamiento de nuestro Padre a nuestro padre Abraham? “Camina en mi esperanza y sé irreprensible”: cumplamos este primer mandamiento. Y allí se realizará el encuentro, el diálogo. Desde la identidad, desde la apertura. Es un camino de un más profundo conocimiento, amistad y solidaridad.

Como dijo justamente san Juan Pablo II, nuestro compromiso por el diálogo se basa en la lógica de la encarnación: en Jesús, Dios mismo se ha hecho uno de nosotros, ha compartido nuestra existencia y nos ha hablado con un lenguaje humano (cf. Ecclesia in Asia, 29). En este espíritu de apertura a los otros, tengo la total confianza de que los países de este continente con los que la Santa Sede no tiene aún una relación plena avancen sin vacilaciones en un diálogo que a todos beneficiará. No me refiero solamente al diálogo político, sino al diálogo fraterno. Pero, estos cristianos no vienen como conquistadores, no vienen a sacarnos nuestra identidad: nos traen la de ellos, pero quieren caminar con nosotros. Y el Señor hará la gracia: algunas veces moverá los corazones, alguno pedirá el Bautismo, otras veces, no. Pero siempre, caminamos juntos. Este es el nudo de la cuestión.

Queridos hermanos, les agradezco su acogida fraterna y cordial. Viendo este gran continente asiático, su vasta extensión de tierra, sus antiguas culturas y tradiciones, nos damos cuenta de que, en el plan de Dios, las comunidades cristianas son verdaderamente un pusillus grex, un pequeño rebaño, al que, sin embargo, se le ha confiado la misión de llevar la luz del Evangelio hasta los confines del mundo. Es precisamente la semilla de mostaza, ¿eh? Chiquitita. El Buen Pastor, que conoce y ama a cada una de sus ovejas, guíe y fortalezca sus desvelos por congregar a todos en la unidad con él y con los miembros de su rebaño extendido por el mundo.

Ahora, todos juntos, confiemos a la Virgen sus Iglesias, el continente asiático, para que como Madre nos enseñe aquello que solamente una mamá sabe enseñar: quién eres, cómo te llamas y cómo se camina con los otros en la vida. Recemos a la Virgen juntos.


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El Papa en Corea a los jóvenes de Asia. Homilia.(Domingo 17 agosto)

corea

«Queridos amigos:

«La gloria de los mártires brilla sobre ti». Estas palabras, que forman parte del lema de la VI Jornada de la Juventud Asiática, nos dan consuelo y fortaleza. Jóvenes de Asia, ustedes son los herederos de un gran testimonio, de una preciosa confesión de fe en Cristo. Él es la luz del mundo, la luz de nuestras vidas. Los mártires de Corea, y tantos otros incontables mártires de toda Asia, entregaron su cuerpo a sus perseguidores; a nosotros, en cambio, nos han entregado un testimonio perenne de que la luz de la verdad de Cristo disipa las tinieblas y el amor de Cristo triunfa glorioso. Con la certeza de su victoria sobre la muerte y de nuestra participación en ella, podemos asumir el reto de ser sus discípulos hoy, en nuestras circunstancias y en nuestro tiempo.

Esas palabras son una consolación. La otra parte del lema de la Jornada –«Juventud de Asia, despierta»– nos habla de una tarea, de una responsabilidad. Meditemos brevemente cada una de estas palabras.

En primer lugar, «Asia«. Ustedes se han reunido aquí en Corea llegados de todas las partes de Asia. Cada uno tiene un lugar y un contexto singular en el que está llamado a reflejar el amor de Dios. El continente asiático, rico en tradiciones filosóficas y religiosas, constituye un gran horizonte para su testimonio de Cristo, «camino, verdad y vida» (Jn 14,6). Como jóvenes que no sólo viven en Asia, sino que son hijos e hijas de este gran continente, tienen el derecho y el deber de participar plenamente en la vida de su sociedad. No tengan miedo de llevar la sabiduría de la fe a todos los ámbitos de la vida social.

Además, como jóvenes asiáticos, ustedes ven y aman desde dentro todo lo bello, noble y verdadero que hay en sus culturas y tradiciones. Y, como cristianos, saben que el Evangelio tiene la capacidad de purificar, elevar y perfeccionar ese patrimonio. Mediante la presencia del Espíritu Santo que se les comunicó en el bautismo y con el que fueron sellados en la confirmación, en unión con sus Pastores, pueden percibir los muchos valores positivos de las diversas culturas asiáticas. Y son además capaces de discernir lo que es incompatible con la fe católica, lo que es contrario a la vida de la gracia en la que han sido injertados por el bautismo, y qué aspectos de la cultura contemporánea son pecaminosos, corruptos y conducen a la muerte.

Volviendo al lema de la Jornada, pensemos ahora en la palabra «juventud». Ustedes y sus amigos están llenos del optimismo, de la energía y de la buena voluntad que caracteriza esta etapa de su vida. Dejen que Cristo transforme su natural optimismo en esperanza cristiana, su energía en virtud moral, su buena voluntad en auténtico amor, que sabe sacrificarse. Éste es el camino que están llamados a emprender. Éste es el camino para vencer todo lo que amenaza la esperanza, la virtud y el amor en su vida y en su cultura. Así su juventud será un don para Jesús y para el mundo.

Como jóvenes cristianos, ya sean trabajadores o estudiantes, hayan elegido una carrera o hayan respondido a la llamada al matrimonio, a la vida religiosa o al sacerdocio, no sólo forman parte del futuro de la Iglesia: son también una parte necesaria y apreciada del presente de la Iglesia. Permanezcan unidos unos a otros, cada vez más cerca de Dios, y junto a sus obispos y sacerdotes dediquen estos años a edificar una Iglesia más santa, más misionera y humilde, una Iglesia que ama y adora a Dios, que intenta servir a los pobres, a los que están solos, a los enfermos y a los marginados.

En su vida cristiana tendrán muchas veces la tentación, como los discípulos en la lectura del Evangelio de hoy, de apartar al extranjero, al necesitado, al pobre y a quien tiene el corazón destrozado. Estas personas siguen gritando como la mujer del Evangelio: «Señor, socórreme». La petición de la mujer cananea es el grito de toda persona que busca amor, acogida y amistad con Cristo. Es el grito de tantas personas en nuestras ciudades anónimas, de muchos de nuestros contemporáneos y de todos los mártires que aún hoy sufren persecución y muerte en el nombre de Jesús: «Señor, socórreme». Este mismo grito surge a menudo en nuestros corazones: «Señor, socórreme». No respondamos como aquellos que rechazan a las personas que piden, como si atender a los necesitados estuviese reñido con estar cerca del Señor. No, tenemos que ser como Cristo, que responde siempre a quien le pide ayuda con amor, misericordia y compasión.

Finalmente, la tercera parte del lema de esta Jornada: «Despierta», habla de una responsabilidad que el Señor les confía. Es la obligación de estar vigilantes para no dejar que las seducciones, las tentaciones y los pecados propios o los de los otros emboten nuestra sensibilidad para la belleza de la santidad, para la alegría del Evangelio. El Salmo responsorial de hoy nos invita repetidamente a «cantar de alegría». Nadie que esté dormido puede cantar, bailar, alegrarse. Queridos jóvenes, «nos bendice el Señor nuestro Dios» (Sal 67); de él hemos «obtenido misericordia» (Rm 11,30). Con la certeza del amor de Dios, vayan al mundo, de modo que «con ocasión de la misericordia obtenida por ustedes» (v. 31), sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus vecinos, sus conciudadanos y todas las personas de este gran continente «alcancen misericordia» (v. 31). Esta misericordia es la que nos salva.

Queridos jóvenes de Asia, confío que, unidos a Cristo y a la Iglesia, sigan este camino que sin duda les llenará de alegría. Y antes de acercarnos a la mesa de la Eucaristía, dirijámonos a María nuestra Madre, que dio al mundo a Jesús. Sí, María, Madre nuestra, queremos recibir a Jesús; con tu ternura maternal, ayúdanos a llevarlo a los otros, a servirle con fidelidad y a glorificarlo en todo tiempo y lugar, en este país y en toda Asia. Amén».