Loiola XXI

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La ONU conmemora la llegada del hombre a la luna hace 50 años.

Medio siglo después, la ONU recuerda a quienes pisaron la luna por primera vez

ONU/NASA
Edwin E. Aldrin camina sobre la superficie de la luna el 20 de julio de 1969

20 Julio 2019

Este sábado se cumplen 50 años desde que Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin y Michael Collins llegaron a la luna en el Apolo 11. Noticias ONU recuerda su visita a la ONU en 1969.

“Nosotros los ciudadanos de la Tierra, que podemos solucionar los problemas para salir del planeta, podemos también solucionarlos para quedarnos en él”, aseguró Neil Armstrong cuando visitó la sede de las Naciones Unidas en Nueva York tres semanas después de que Apolo 11 llegara a la luna.

Aquel día, el 13 de agosto de 1969, Armstrong, al igual que sus compañeros Edwin E. Aldrin y Michael Collins, recibió la felicitación del entonces Secretario General U Thant  en medio de una multitud de líderes mundiales y trabajadores de la ONU.

“Probablemente no haya nadie aquí que no haya visto el primer paso de Armstrong en la luna. Cientos de nosotros a través de la radio y la televisión participamos en ese momento único de la historia. El viaje del Apolo 11, la caminata en la luna y su retorno seguro, nos hizo darnos cuenta de que nosotros como miembros de la raza humana podemos lograr lo que sea con recursos y tecnología si estamos preparados para combinar nuestros esfuerzos y trabajar juntos por el beneficio de la humanidad”, dijo U Thant.

ONU/J. Grinde
Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin, Jr. y Michael Collins son celebrados en la sede de la ONU en Nueva York.

Este sábado, el mundo celebra medio siglo del aniversario del histórico viaje. En la ONU aún se encuentra el duplicado exacto de la placa conmemorativa que los astronautas dejaron en la superficie de la luna.

En ella se lee la famosa frase: “Aquí, los hombres del planeta Tierra pisaron la Luna por primera vez, en julio de 1969. Llegamos en paz en nombre de toda la humanidad”.

Historia que permanece

Entre los objetos valiosos que se almacenan en la sede de la Naciones Unidas, hay otra pieza principal relacionada con el vuelo histórico, una muestra de roca lunar. Fue un regalo del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, presentado el 20 de julio de 1970, cuando la comunidad internacional celebró el primer aniversario del alunizaje.

Los tres héroes de la exploración espacial visitaron una vez más la ONU para participar en la ceremonia solemne de entrega de la roca. Actualmente se encuentra en la sede de Viena, Austria, en la exhibición permanente de la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre (UNOOSA).

ONU/A. Travis
Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin T Michael Collins del Apollo 11 saludan desde un auto saliendo de la sede de la ONU.

Con las muestras que trajeron los astronautas, los científicos descubrieron que las llanuras basálticas oscuras de la luna son antiguas lavas volcánicas que se cristalizaron hace más de 3.600 millones de años. Armstrong y su equipo pasaron 2 horas y media explorando la luna afuera del Apolo 11, y más de 21 horas en total sobre su superficie.

Actualmente UNOOSA está orgullosa de celebrar el gran avance de la exploración espacial desde entonces y de apoyar a todos los Estados miembros en los procesos.

Tal y cómo quedó plasmado en la placa que dejaron los primeros hombres en la luna, la ONU promueve el uso pacífico del espacio ultraterrestre, a través de cinco tratados internacionales.

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Una biologa norteamericana membro de la Pontificia Accademia delle scienze

El Papa nombra a bióloga marina como miembro de Pontificia Academia de Ciencias

Redacción ACI Prensa

Jane Lubchenco. Crédito: National Oceanic and Atmospheric Administration

Jane Lubchenco. Crédito: National Oceanic and Atmospheric Administration

El Papa Francisco nombró a la bióloga marina estadounidense Jane Lubchenco como nueva miembro de la Pontificia Academia de Ciencias.

Lubchenco nació el 4 de diciembre de 1971 en Denver, estado de Colorado, Estados Unidos. Estudió biología en el Colorado College. En 1971 hizo una maestría de zoología en la Universidad de Washington.

Estudió su doctorado en ecología en la Universidad de Harvard. Enseñó dos años allí y luego pasó a la Universidad Estatal de Oregon donde fue profesora de ecología marina entre 1977 y 2009.

En la década de 1990 fue por dos períodos asesora del presidente Bill Clinton en el National Science Board. En 1993 obtuvo el Premio por Beca MacArthur Beca. En 2002, ganó el Premio Heinz de Environment y en 2003 el Premio Nierenberg por Science in the Public Interest. Tiene 22 doctorados ​honorarios.

El sitio web de la Pontificia Academia de Ciencias señala que Lubchenco “es una ecologista marina con experiencia y conocimiento en el océano, el cambio climático y las interacciones entre el medio ambiente y el bienestar humano. Se concentra en las acciones que buscan ecosistemas saludables y resilientes”.

La experta también ha propuesto una “nuevo contrato social para la ciencia” según el cual los científicos tienen la obligación de “comprometerse con la sociedad, ayudar a resolver los problemas sociales urgentes y actuar con humildad, transparencia y honestidad”.

Los miembros de la Pontificia Academia de Ciencias son 80 hombres y mujeres que tienen importantes contribuciones en sus campos de trabajo científico. Los nombra el Papa luego de ser elegidos por los miembros, quienes realizan sus sesiones plenarias en la Casina Pío IV en el Vaticano.


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Leonardo Da Vinci en el quinto centenario de su muerte

Leonardo da Vinci 500 años después: “Hombre universal” del renacimiento

Un dos de mayo del 1519 fallecía en Amboise, Francia, a los 67 años, el artista, arquitecto, inventor, botánico y músico. Nació en los alrededores de Florencia. Los Museos Vaticanos celebraron su aniversario con la presentación de la restauración del tapiz inspirado en su «Última» Cena de Milán y con la exposición gratuita del «San Jerónimo» en curso en la Plaza de San Pedro.

Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano

Hace 500 años, el 2 de mayo del 1519, la muerte de Leonardo da Vinci, en el castillo de Clos-Lucé a Cloux, que dominaba desde lo alto a la ciudad de Amboise, donde da Vinci vivía desde hacía dos años, como huésped del Rey de Francia, provocó un llanto desesperado del rey Francisco I, según cuentan, quien lo había honrado con el título de “Primer pintor, arquitecto y mecánico del rey”, con una pensión de 5 mil escudos.

El «hombre universal» del Renacimiento italiano, artista, arquitecto, inventor, pero también botánico y músico, nació el 15 de abril de 1452 en Anchiano, una aldea cerca de Vinci, un pequeño pueblo cerca de Florencia, hijo ilegítimo del notario Piero y Caterina, una mujer Orígenes humildes.

Los últimos años en Francia, invitado por el rey Francisco I

Y el rey de Francia Francisco I, un soberano culto y refinado, sobre todo amante del arte italiano, como lo demostró en años posteriores al dar la bienvenida a otros artistas con honores, le permitió a Leonardo vivir en la serenidad los últimos años de su vida, asistido por los dos estudiantes fieles. Aunque debilitado por la vejez y una probable trombosis cerebral que paralizó su mano derecha, Leonardo pudo continuar sus estudios e investigaciones científicas con pasión y dedicación. Así diseñó la residencia real de Romorantin, que era una verdadera ciudad, incluso previendo el movimiento de un río.

En el funeral quiso que 60 personas pobres estuvieran presentes

El 23 de abril de 1519, el genio florentino redactó el testamento ante el notario Guglielmo Boreau, en presencia de cinco testigos y el inseparable alumno Francesco Melzi, ordenó ser enterrado en la iglesia de San Fiorentino, con un funeral acompañado de capellanes y frailes menores, así como de sesenta pobres, cada uno con una antorcha; requirió la celebración de tres misas solemnes y treinta misas «bajas», en San Gregorio, en Saint-Denis y en la iglesia franciscana. A Francesco Melzi, albacea testamentario, dejó «los libros […] y otros instrumentos y retratos sobre su arte e industria de Pictori», además de la colección de dibujos y vestuario; al sirviente De Vilanis y a Salaì la mitad para cada uno de «uno iardino che ha fora de le mura de Milano nel quale iardino il prefato Salay ha edificata et constructa una casa”, (un jardín que tiene en las afueras de Milán y donde Salay podrá edificar y construir su casa), a la criada Maturina ropa y dos ducados; Para los medios hermanos florentinos, su patrimonio en la ciudad toscana, es decir, 400 escudos depositados en Santa Maria Nuova y una granja en Fiesole.

Un genio universal, más allá de los límites del espacio y el tiempo

Estos no fueron ciertamente los únicos frutos de la vida de un genio que sentimos casi contemporáneo. Las inagotables intuiciones que animaron y definieron su actividad, las continuas y constantes proyecciones más allá de los límites de su contemporaneidad, son elementos que van más allá de las simples coordenadas espaciales y temporales, y de la Italia y Francia de los siglos XV y XVI en donde trabajó.

El tapiz de la Última Cena restaurada por los Museos Vaticanos

Los Museos Vaticanos celebran el aniversario presentando la restauración del espléndido tapiz inspirado en la Última Cena de Leonardo, que se puede admirar en el refectorio del Renacimiento del convento adyacente al santuario de Santa Maria delle Grazie en Milán. Después de un año y medio de restauraciones en los laboratorios de los Museos Vaticanos, los colores del tapiz, hechos completamente de seda, parecen mucho más nítidos, se realizaron por encargo de Luisa di Savoia y Francesco Duca d’Angouleme, que más tarde se convirtió en Francisco I.

El tejido se hizo probablemente en Flandes en un cartón de un artista lombardo, y representa una de las primeras copias de la obra maestra de Leonardo, creado para satisfacer las necesidades de la corte francesa que quería traer consigo la imagen de una obra que no podía ser transportada de ninguna manera. Donado en 1533 al Papa Clemente VII, el tapiz regresó a Italia y desde entonces no ha dejado los Museos Vaticanos.

El director: las mismas dimensiones que el Cenáculo de Milán

La directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, le recuerda a Vatican News que «la restauración que acaba de finalizar demuestra que ciertamente, el tapiz debe ser asignado a la comisión de Francisco I y, por lo tanto, seguramente es un período entre 1516 y 1533, cuando el mismo reinante lo dona a Clemente VII y, por lo tanto, llega al Vaticano.

Básicamente, las figuras tienen las mismas dimensiones y todo el tapiz tiene las mismas proporciones y dimensiones que el Cenáculo de Milán «.

En el Vaticano, San Jerónimo y las pruebas de su estancia

Luego, el director habla de las otras obras relacionadas con Leonardo que están en los Museos Vaticanos, desde “claramente desde San Jerónimo, que ahora se exhibe en el “Brazo de Carlo Magno”, en la Plaza de San Pedro, pero también una estancia muy importante de Leonardo da Vinci en el Vaticano del 1513-1514, justo en el Mirador vaticano, que hoy es el corazón de las colecciones vaticanas del Museo Pio Clementino. Esto se recuerda en un documento del archivo de la Fábrica de San Pedro que se exhibe en el Brazo de Carlo Magno junto con el penitente San Jerónimo, y donde se recuerdan todas las obras que debieron prepararse para recibir a Leonardo Da Vinci en este apartamento durante su estancia en el Vaticano”.

Rafael lo retrata como Platón en la escuela de Atenas

En la escuela de Atenas, Barbara Jatta aún recuerda que «Rafael también representa a Leonardo, como Platón; Un Leonardo que parece muy viejo, pero en realidad sabemos que murió a los 67 años. Pío XI, en la construcción de la nueva galería de arte del Vaticano donde se encuentra el tapiz, colocó seis nombres, incluido el de Leonardo, para testimoniar la importancia de este último en las colecciones del Vaticano «.

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El Papa a los científicos. La guerra nuclear, el cambio climático, los derechos humanos.

“Que se ahorre al mundo la terrible tragedia de una guerra atómica”

El Papa a la Pontificia Academia de las Ciencias se presentó como «abogado de los pueblos a los que no llegan más que desde lejos y raramente los beneficios del vasto saber humano y de sus conquistas»

El Papa Francisco

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Pubblicato il 12/11/2018
Ultima modifica il 12/11/2018 alle ore 15:32
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO

«¡Que yo también pueda agradecer a Dios, como hizo San Juan Pablo II en su testamento, porque en mi Pontificado se ahorró al mundo la terrible tragedia de una guerra atómica!». Ante los que participaron en la asamblea plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, el Papa Francisco se presentó como «el abogado de los pueblos a los que no llegan más que desde lejos y raramente los beneficios del vasto saber humano y de sus conquistas, especialmente en materia de alimentación, salud, educación, conectividad, bienestar y paz». También denunció la falta de voluntad política para «detener la carrera armamentista y poner fin a las guerras, para pasar urgentemente a las energías renovables, a los programas que pretenden asegurar el agua, la comida y la salud para todos, a invertir por el bien común los enormes capitales que permanecen inactivos en los paraísos fiscales».

 

Siguiendo las huellas de sus predecesores, Francisco insistió en la «fundamental importancia de comprometerse a favor de un mundo sin armas nucleares, y pido (como hicieron San Pablo VI y San Juan Pablo II) la activa colaboración de los científicos con el fin de convencer a los gobernantes sobre la inaceptabilidad ética de tal armamento debido a los daños irreparables que provoca en la humanidad y en el planeta. Por tanto, insisto también en la necesidad de un desarme sobre el que parece que ahora ya no se habla en las mesas en las que se toman las grandes decisiones», dijo el Papa. «¡Que yo también pueda agradecer a Dios, como hizo San Juan Pablo II en su testamento, porque en mi Pontificado se ahorró al mundo la terrible tragedia de una guerra atómica!»

 

El cambio climático global tiene cada vez más influencias humanas, «por lo tanto también son necesarias respuestas adecuadas para la salvaguardia de la salud del planeta y de las poblaciones, una salud puesta en riesgo por todas las actividades humanas que utilizan combustibles fósiles y deforestan el planeta. La comunidad científica, así como ha hecho progresos al identificar estos riesgos, ahora está llamada a prospectar soluciones válidas y a convencer a las sociedades y a sus líderes para que las sigan. Sé que, en esta perspectiva, en sus sesiones identifican ustedes los conocimientos que surgen de la ciencia de base y están acostumbrados a relacionarlas con visiones estratégicas que tienden a estudiar a fondo los problemas. Es una vocación identificar los desarrollos innovadores en todas las principales disciplinas de la ciencia de base y reconocer las fronteras entre los diferentes sectores científicos, en particular en física, astronomía, biología, genética y química. Esto forma parte del servicio que ofrecen a la humanidad». El Papa indicó que le parece muy favorable que la «Academia se concentre también en los nuevos conocimientos necesarios para afrontar las plagas de la sociedad contemporánea. Los pueblos piden, justamente, participar en la construcción de las propias sociedades. Los proclamados derechos universales deben convertirse en una realidad para todos, y la ciencia puede contribuir decisivamente en este proceso y para derribar las barreras que lo obstaculizan. Agradezco a la Academia de las Ciencias por su preciosa colaboración al contrarrestar ese crimen contra la humanidad que es la trata de personas», cuyo objetivo es someter al trabajo forzado, la prostitución y el tráfico de órganos. El Pontífice, pro ello, se une con firmeza a «esta batalla de humanidad. Todavía hay mucho camino que recorrer hacia un desarrollo que sea, al mismo tiempo, integral y sostenible. La superación del hambre y de la sed, de la elevada mortalidad y de la pobreza, especialmente entre los ochocientos millones de necesitados y excluidos de la Tierra, no será alcanzado sin un cambio real en los estilos de vida. En la Encíclica “Laudato si’” presenté algunas propuestas-clave para alcanzar esta meta. Sin embargo, me parece que se puede decir —subrayó el Papa— que faltan voluntad y determinación política para detener la carrera armamentista y poner fin a las guerras, para pasar urgentemente a las energías renovables, a los programas que pretenden asegurar el agua, la comida y la salud para todos, a invertir por el bien común los enormes capitales que permanecen inactivos en los paraísos fiscales».

 

Francisco también afirmó que «el mundo de la ciencia, que en pasado ha asumido posiciones de autonomía y de autosuficiencia, con actitudes de desconfianza hacia los valores espirituales y religiosos, hoy parece haber cobrado una conciencia mayor de la cada vez más compleja realidad del mundo y del ser humano», e insistió en la necesidad de poner en el centro de las reflexiones las instancias de los «pueblos»: «La bella seguridad de la torre de marfil de los primeros tiempos modernos, ha dejado sitio, en muchos, a una saludable inquietud, por lo que el científico de hoy se abre con mayor facilidad a los valores religiosos y vislumbra, más allá de las confirmaciones de la ciencia, la riqueza del mundo espiritual de los pueblos y la luz de la trascendencia divina».

 

«A ustedes, queridos científicos y amigos de la ciencia, han sido encomendadas las llaves del saber. Quisiera ser entre ustedes —prosiguió el Papa— el abogado de los pueblos a los que no llegan mas que desde lejos y raramente los beneficios del vasto saber humano y de sus conquistas, especialmente en materia de alimentación, salud, educación, conectividad, bienestar y paz. Permítanme decirles en su nombre: que su investigación pueda beneficiar a todos, para que los pueblos de la tierra sean alimentados, calmada su sed, curados y educados; que la política y la economía de los pueblos les den indicaciones para proseguir con mayor certidumbre hacia el bien común, en beneficio especialmente de los pobres y necesitados, y hacia el respeto por el planeta. Este es el inmenso panorama que se abre a los hombres y mujeres de ciencia cuando se asoman a las expectativas de los pueblos: expectativas animadas por esperanza pero también con inquietud y ansiedad».

 

El ex presidente Werner Arber (a quien sustituyó el actual presidente de la Pontificia Academia Joachim von Braun, ausente por motivos de salud) pronunció algunas palabras de introducción y recordó que la plenaria que comienza hoy y finaliza el próximo miércoles (titulada “Roles transformadores de la ciencia y en la sociedad: desde la ciencia emergente hasta las soluciones para el bienestar de las personas”) pretende afrontar también la cuestión de la confianza en la ciencia: «La pérdida de confianza en la ciencia pondría en riesgo la capacidad incisiva de la misma y su capacidad, pasando de la ciencia a la innovación tecnológica, de ayudar en la mejor transformación. Pero la confianza en la ciencia no solo puede ser reivindicada, debe ser ganada con comportamientos científicos responsables, ética y transparencia».

 

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El Papa a los científicos de la Academia de las ciencias

2018.11.12 Plenaria Pontificia Academia de las Ciencias 2018.11.12 Plenaria Pontificia Academia de las Ciencias   (Vatican Media)

El Papa a los científicos: “Estén al servicio de la humanidad”

A las doce y media el Papa recibió a los 80 participantes en la Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que inicia hoy con el tema “Papeles transformativos de la ciencia en la sociedad: desde la ciencia emergente a las soluciones para el bienestar de las personas”. A los científicos el Papa les lanza un llamamiento para que estén al servicio de la humanidad y consideren los valores trascendentes

Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano

Ante este llamamiento, el Pontífice insiste en la posición de la Iglesia sobre los cambios climáticos, el desarme nuclear, la trata de blancas, o de seres humanos y superar el hambre en el mundo.  Sin embargo, dice, «me parece que puedo decir que faltan voluntad y determinación política para detener la carrera por los armamentos y poner fin a las guerras, para pasar con urgencia a las energías renovables, a los programas dirigidos para asegurar el agua, la comida y la salud para todos, e invertir por el bienestar común todos los grandes capitales que permanecen inactivos en los paraísos fiscales”.

Los cambios globales dependen de las acciones humanas

Los cambios globales están cada vez más influenciados por las acciones humanas. Por lo tanto, dijo el Papa, también se necesitan respuestas adecuadas para salvaguardar la salud del planeta y las poblaciones, la salud está en peligro por todas las actividades humanas que utilizan combustibles fósiles y la deforestación del planeta. La comunidad científica, después de haber avanzado en la identificación de estos riesgos, ahora debe proponer soluciones válidas y persuadir a las empresas y sus líderes para que los persigan. En esta perspectiva, los miembros de la Pontifica Academia, estudian los problemas en profundidad, por medio de las diferentes disciplinas como la física, astronomía, biología, genética y química, ofreciendo así un servicio a la humanidad.

La Academia analiza los flagelos de la sociedad

La Academia analiza también los flagelos de la sociedad contemporánea. Los pueblos piden con razón participar en la construcción de sus sociedades. Los derechos universales proclamados deben convertirse en realidad para todos, y la ciencia puede contribuir de manera decisiva a este proceso, rompiendo las barreras que lo obstaculizan.  El papa agradeció a los miembros de la Academia de las Ciencias por su inestimable colaboración en la lucha contra el crimen de lesa humanidad, como lo es el tráfico de personas destinadas al trabajo forzoso, la prostitución y el tráfico de órganos.

Todavía hay un largo camino por recorrer hacia un desarrollo que sea integral y sostenible al mismo tiempo. Superar el hambre y la sed, la alta mortalidad y la pobreza, especialmente entre los ochocientos millones de necesitados y excluidos de la Tierra, no se logrará sin un cambio en los estilos de vida. En la Encíclica Laudato, el Santo Padre dijo que presentó algunas propuestas clave para lograr este objetivo. Sin embargo, afirmó que hace falta de voluntad política y determinación para detener la carrera de armamentos y poner fin a las guerras, para avanzar urgentemente hacia energías renovables, a programas para garantizar agua, alimentos y salud para todos, invertir por el bien común el enorme capital que permanece inactivo en los paraísos fiscales.

El cambio climático, la amenaza nuclear y el armamento

El científico de hoy se abre más fácilmente a los valores religiosos y vislumbra, más allá de las adquisiciones de la ciencia, la riqueza del mundo espiritual de los pueblos y la luz de la trascendencia divina. La comunidad científica es parte de la sociedad y no debe considerarse separada e independiente, sino que está llamada a servir a la familia humana y su desarrollo integral. Los posibles frutos de esta misión de servicio son innumerables; En primer lugar, está la inmensa crisis del cambio climático en curso y la amenaza nuclear.

Francisco recordó a sus predecesores, en la importancia fundamental de comprometernos con un mundo sin armas nucleares y pidió a los científicos la colaboración activa para convencer a los gobernantes de la inaceptabilidad ética de este armamento debido al daño irreparable que causa a la humanidad y al planeta.  Por lo tanto, dijo, también reitero la necesidad de un desarme que hoy parece que ya no hablamos de las mesas en torno a las cuales se toman las grandes decisiones.

Que lleguen a los pueblos todos los conocimientos de la ciencia

El Papa expresó su deseo que la investigación que realizan los científicos, pueda beneficiar a todos, para que los pueblos de la tierra sean alimentados, calmada su sed, curados y educados; que la política y la economía de los pueblos dibujen las indicaciones para proceder con mayor certeza hacia el bien común, en beneficio especialmente de los pobres y necesitados, y hacia el respeto por el planeta. Hoy día, dijo el Papa el mundo de la ciencia ha tomado mayor conciencia sobre la compleja realidad del mundo y del ser humano. Han tomado dominio de la situación una cierta inseguridad y temor frente a la posible evolución de una ciencia y una tecnología que si no se controlan, pueden darle la espalda al bienestar de las personas y de los pueblos.

En la sociedad, influyen la ciencia y la tecnología, pero también los pueblos con sus valores y tradiciones que además influyen en la ciencia. En efecto, afirma, a menudo, la dirección y el énfasis que se dan a algunos temas en la investigación científica, son influenciados por opiniones compartidas ampliamente y por el deseo de felicidad inherente a la naturaleza humana.  Sin embargo, es necesario una mayor atención de los valores y los bienes fundamentales que son la base de las relaciones entre los pueblos, la sociedad y la ciencia. Esta relación requiere un replanteamiento para promover el progreso integral de cada ser humano y el bien común.

El diálogo abierto y el discernimiento cuidadoso son indispensables, especialmente cuando la ciencia se vuelve más compleja y el horizonte que abre la ciencia presenta desafíos decisivos para el futuro de la humanidad. De hecho, hoy tanto la evolución social como los cambios científicos suceden más rápidamente y se suceden. Es importante que la Pontificia Academia de las Ciencias considere que estos cambios interconectados entre sí soliciten un compromiso sabio y responsable de parte de toda la comunidad científica.

Discurso del Papa Francisco a los científicos de la Pontificia Academia de las Ciencias


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Un jesuita español descubridor de las fuentes del Nilo.

Pedro Páez Jaramillo sj.

El día que vio las Fuentes del Nilo y supo realmente lo que estaba ante sus ojos, el misionero expresó: «Confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambeis, el gran Alejandro y el famoso Julio César»

(AICA).- Los europeos prácticamente no consiguieron nuevos datos sobre los orígenes del Nilo hasta los siglos XV y XVI, cuando viajeros por Etiopía visitaron el lago Tana e incluso la fuente del Nilo Azul en las montañas al Sur del lago. Pese a que el británico James Bruce declaró haber sido el primer europeo en visitar esa fuente, escritores modernos con mejores conocimientos le dan el crédito al jesuita español Pedro Páez.

Las hazañas realizadas por católicos a lo largo de la historia aparecen muchas veces ocultas para muchos y alejadas de los libros oficiales de Historia. Pero lo cierto es que los misioneros católicos, muchos de ellos españoles, han sido responsables de grandes descubrimientos.

Uno de ellos es el jesuita español Pedro Páez Jaramillo, cuya vida fue una auténtica aventura digna de una película. Él fue el verdadero descubridor de las Fuentes del Nilo, las que contempló en 1618, casi dos siglos antes que lo hiciera el naturalista, explorador y geógrafo británico James Bruce de Kinnaird.

Una biografía que debería ser más conocida

La vida de este jesuita estará disponible a partir del jueves 3 de mayo en el «Diccionario Biográfico» de la Real Academia de la Historia, donde ya están presentes las historias de miles de personajes.

Precisamente, las aventuras del padre Páez Jaramillo aparecen ampliamente relatadas en «Antes que nadie» del historiador español Fernando Paz, libro donde relata «aventuras insólitas de unos españoles que quisieron ser demasiado». Curiosamente, el primer capítulo está dedicado a este jesuita.

Su misión fue llevar el Evangelio a los últimos rincones

Este religioso madrileño tenía como gran misión de su vida llevar el Evangelio a los últimos rincones del mundo, siguiendo el ejemplo de San Francisco Javier, y sin tener ningún miedo al martirio. Y en su vida estuvo en muchísimas ocasiones muy cerca de ser mártir.

Su vida giró en torno a la India, Etiopía (en aquel tiempo llamada Abisinia) y las persecuciones de los musulmanes. De hecho, llegó a estar hasta siete años preso en lo que hoy es Yemen, pero también impresionó tanto a los emperadores de Abisinia, que uno de ellos le pidió bautizarse católico y pedir una alianza con el Imperio Español ofreciendo a su hijo como esposo de la hija de Felipe III.

El misionero jesuita fue realizando conversiones por donde pasaba. Para ello, aprendió perfectamente la lengua local y las costumbres de la zona. Su gran aventura por Etiopía, donde fue amigo y consejero admirado de varios de sus emperadores, tuvo como punto más importante el descubrimiento de las fuentes del Nilo.

Vio lo que Alejandro, Julio César o Ciro sólo soñaron

En su libro «Historia de Etiopía», que escribió en 1620, Páez Jaramillo retrata todas estas impresionantes vivencias. Fernando Paz recuerda que el misionero «retrata tanto el país como se retrata a sí mismo» y se caracteriza por no ser «presuntuoso, no es jamás vano; al contrario, toma distancia de los hechos y, mucho más aún, huye de todo protagonismo».

Eso sí, el día que vio las Fuentes del Nilo y supo realmente lo que estaba ante sus ojos, el misionero expresó: «Confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambeis, el gran Alejandro y el famoso Julio César». Y lo escribe sin grandilocuencia ni hambriento de fama, como ocurriría en 1770 con James Bruce, que reivindicó ser el primer europeo en alcanzar las fuentes.

En aquel momento, Páez acompañaba al monarca etíope por las montañas del Sahala (Sahara). Así relata Fernando Paz el hallazgo: «Ascendieron hasta los tres mil metros de altura, y desde allí Páez divisó el curso de un riachuelo que brotaba de algún lugar de la montaña, al que iban a desembocar otros arroyos, alimentando un cauce cada vez más caudaloso. Los distintos cursos de agua parecían salir de un par de lagunas: los indígenas las conocen como ‘Abbay’, que es el nombre que aún hoy dan al Nilo Azul». Páez, sabiendo lo que realmente era esa masa de agua, fue siguiendo el curso del río, aunque no pudo llegar hasta la desembocadura.

El río Nilo

El Nilo es el mayor río de África y uno de los ríos más grandes del mundo y quizás el más importante en lo referido al nacimiento de civilizaciones. Su cauce transcurre en dirección norte a lo largo de siete naciones: Burundi, Ruanda, Tanzania, Uganda, Kenia, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Sudán, Egipto y Etiopía, llegando a recorrer 6.700 kilómetros hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.

Una vida dedicada a la evangelización

Pedro Páez Jaramillo entró en la Compañía de Jesús en 1582, en la ciudad universitaria de Coímbra (Portugal), cantera de la expansión de los jesuitas, no solamente por Portugal y España, sino también por las misiones, cuyo puerto de embarque en los primeros tiempos fue Lisboa. Tras sus estudios de Filosofía en Belmonte (Cuenca, España), solicitó a sus superiores ser enviado a las Indias. Se embarcó en el citado puerto lisboeta, en abril de 1587, rumbo a la India, donde concluyó sus estudios de Teología y fue ordenado sacerdote en Goa en enero de 1589.

Pocos días después, con el fin de reanimar la misión en Etiopía, sus superiores resolvieron enviarlo a ese país, acompañado del padre Antonio de Montserrat, un jesuita catalán formado en Portugal que en 1574 había sido destinado a la misión de la colonia portuguesa de Goa, en la India. Tanto Pedro Páez como Monserrat, a la altura de Dhofar, fueron apresados por los árabes y permanecieron presos por espacio de siete años en tierras del actual Yemen. Los últimos meses de su prisión permanecieron en Moca sirviendo incluso en las galeras turcas. Fueron rescatados por unos 1.300 cruzados que invadieron la región.

El padre Páez regresó a Goa en noviembre de 1596 y reinició los trabajos apostólicos en la península de Salsete y Diu. En marzo de 1603 comenzó un viaje a Etiopía, disfrazado de mercader armenio, alcanzando Massaua en abril de ese mismo año y semanas después se hallaba en Fregona, adonde habían sido desterrados los jesuitas desde 1595. No perdió tiempo, antes de contar con la llamada del negus (emperador etíope) Za-Denghel. Como era una constante en el horizonte misionero de los jesuitas, Pedro Páez se preparó lingüísticamente con el aprendizaje de la lengua común y cortesana, el amárico; además del geez, la lengua litúrgica.

Como había ocurrido con Monserrat y el emperador mongol, Páez se ganó el prestigio en la Corte del negus y de sus sucesores, consiguiendo conversiones significativas y resaltando la obediencia al Papa como Sumo Pontífice, a quien el jesuita solicitó que nombrase un patriarca como máxima autoridad religiosa de estos territorios. Así se reemplazaría al abuna copto (jefe de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía y Eritrea) que había sido enviado desde El Cairo.

Fue un jesuita de muchas y notables capacidades intelectuales y de trabajo práctico y pastoral, además de aportar sus saberes en el ámbito de la construcción, incluyendo la carpintería y la herrería. Impulsó la construcción de un palacio donde pudiese residir el emperador, además de una iglesia en Gorgora. Atendía especialmente a la comunidad portuguesa, pero era un jesuita que participaba en la controversia, sobre todo en las disputas religiosas que se desarrollaban en torno a la naturaleza de Cristo.

Era esta cuestión la que dividía a los cristianos romanos de los coptos. Páez se convirtió en la voz autorizada en Europa de la Historia de Etiopía. Precisamente era éste el título -Historia Aethiopiae- de la obra que le encargó escribir el prepósito general de la Compañía de Jesús, padre Mucio Vitelleschi. Las páginas abarcaban cronológicamente de 1555 a 1622. Consideraba el superior en Roma que era necesario que en Europa se diese a conocer el horizonte misionero. Páez describió en esas páginas las fuentes del río Nilo, que pudo contemplar por vez primera en abril de 1618.

Mientras que algún autor negó su presencia en este lugar, Tacchi-Venturi llegó a compararlo por su labor en Etiopía con el también jesuita Mateo Ricci en China.


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Hawing el astrofísico no creyente y los Papas

Hawking: el astrofísico no creyente que se reunió con cuatro Papas

El pésame de la Pontificia Academia de las Ciencias, de la que era miembro, y de la Specola Vaticana. Pablo VI se arrodilló para entregarle una medalla
AFP

El encuentro entre Stephen Hawking y el Papa Francisco

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Pubblicato il 14/03/2018
Ultima modifica il 14/03/2018 alle ore 15:29
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO

 

Astrofísico no creyente, Stephen Hawking, que falleció hoy, 14 de marzo de 2018, a la edad de 76 años, era miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias, que rinde un homenaje al científico recordando a los cuatro Pontífices con los que se reunió: Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, a quienes explicó que quería «hacer que avanzara la relación entre la fe y la razón científica».

 

«Estamos profundamente entristecidos por la noticia del fallecimiento de nuestro excepcional miembro Stephen Hawking, que ha sido tan fiel a nuestra Academia», escribió en Twitter el ente vaticano fundado en 1603. «A los cuatro Papas con los que se encontró dijo que quería hacer que avanzara la relación entre fe y razón científica. Pedimos al Señor que lo acoja en su gloria».

 

También el cardenal Vincent Nochols agradeció al científico británico «por su extraordinaria contribución a la ciencia», y subrayó que «le faltará» a la academia a la que pertenece también el arzobispo de Westminster.

 

El director del portal de Documentación Interdisciplinaria de Ciencia y Fe, creado en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, Giuseppe Tanzella-Nitti, recuerda cuando escuchó al científico británico en la sede de la academia vaticana, en la Casina Pío IV, en 2008: «Todos escuchábamos con un gran silencio las frases que llegaban del sintetizador vocal y que ofrecían el fruto de su vivísima reflexión intelectual. Su hija y sus asistentes estaban a su lado facilitándole con cuidado singular la tarea encomendada. Al exponer los enormes saltos hacia adelante que ha dado la cosmología en las últimas décadas, Hawking concluyó su relación afirmando que “¿nos estamos acercando a poder responder a las antiguas y siempre actuales preguntas: ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos? Yo creo que es posible responder a estas preguntas dentro del ámbito de las ciencias”. Más allá de las cuestiones metodológicas que podría suscitar esta postura, y que otros ilustres científicos presentes en la Academia, como por ejemplo el director del Proyecto Genoma, Francis Collins, observaron en esa ocasión, Hawking expresaba una percepción real, la de que la ciencia contemporánea, precisamente debido a la profundidad y a la unidad de sus investigaciones, pretende, en la actualidad y con naturalidad, responder a las preguntas de carácter filosófico y existencial».

 

La Specola Vaticana, observatorio astronómico guiado por el jesuita Guy Consolmgno, «se une al luto de la familia de Stephen Hawking. Apreciamos la enorme contribución científica que ha dado a la cosmología cuántica y la valentía que ha tenido al afrontar la enfermedad».

 

«La aportación a la ciencia del profesor Stephen Hawking», escribió por su parte el primado anglicano, Justin Welby, arzobispo de Canterbury, «ha sido ilimitada, así como el universo a cuya comprensión ha dedicado la vida. La suya ha sido una vida vivida con valentía y pasión. Mientras rezamos por todos los que lo lloran, que pueda descansar en paz».

REUTERS

Stephen Hawking con Joseph Ratzinger

 

 

Hawking se reunió con el primer Pontífice a la edad de 33 años, y fue Pablo VI, en 1975. «Tenemos la alegría –dijo Montini al final de un encuentro con la Pontificia Academia de las Ciencias– de entregar la medalla Pío XI al Señor Stephen William Hawking, cuyos estudios, entre otras cosas, sobre los “agujeros negros” le han merecido fama internacional. Todas nuestras felicitaciones, querido profesor, y a todos ustedes, queridos señores, mis mejores deseos por sus actividades y las de la Academia. Añadimos, como prenda de nuestra solicitud por su vida espiritual y la de sus seres queridos, nuestra bendición apostólica». El Papa, según recuerda Tanzella-Nitti, se arrodilló durante dos minutos a los pies del científico, que ya se estaba obligado a vivir en una silla de ruedas, debido a la esclerosis lateral amiotrófica, para entregarle la medalla.

 

En noviembre de 2016, Hawking se reunió con el papa Francisco. «Hay muchos signos esperanzadores de una humanidad que quiere reaccionar, elegir el bien común, regenerarse con responsabilidad y solidaridad», fue la frase que el Pontífice argentino eligió para comentar en su perfil de Instagram la foto con el científico en ocasión de una reunión de la Academia Pontificia sobre “Ciencia y Sostenibilidad. Impacto de los conocimientos científicos y de la tecnología en la sociedad humana y en el medio ambiente”.


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Fallece el científico Stephen Hawking

Muere el científico Stephen Hawking: una vida marcada por desafíos

Falleció en su casa de Cambridge, Reino Unido, a la edad de 76 años y tras sufrir durante décadas la enfermedad de ELA

Ciudad del Vaticano

«Recuerden mirar las estrellas y no sus pies. Por difícil que sea la vida, siempre hay algo que uno puede hacer y en lo que uno puede tener éxito», es una de las tantas frases populares del astrofísico británico Stephen Hawking, uno de los ciéntíficos más famosos y brillantes de las últimas décadas, que ha fallecido el miércoles 14 de marzo a los 76 años en su casa de Cambridge y cuya vida puede ser sintetizada como «un auténtico desafío».

Los desafíos de una mente brillante

Un desafió, no sólo por sus teorías sobre los agujeros negros, la cosmología cuántica y el origen del universo, sino también por la tenacidad con la que enfrentó, a sus 21 años; el diagnóstico de la enfermedad de esclerosis lateral amiotrófica, también conocida como ELA, que de manera progresiva fue atacando su organismo y atrofiando sus funciones motrices hasta dejarlo reducido a una silla de ruedas electrónica, conectada a un sistema informático mediante el cual podía expresarse vocalmente gracias al uso de la tecnología, ya que con los años perdió incluso la capacidad de hablar por sí mismo.

Sus diversas teorías y pensamientos sobre la creación del universo, le confirieron fama mundial. Hawkin decía que creía en la majestuosidad creativa de la científica y no en la existencia de un Dios personal para la humanidad.

El científico y los Papas

El astrofísico defendía la no necesidad de intervención de Dios en la creación del mundo, una postura que no le impidió ser nombrado miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias en 1986 y encontrarse con cuatro pontífices.

Con Pablo VI el 9 de abril de 1975, Juan Pablo II el 3 de octubre de 1981, con Benedicto XVI el 31 de octubre de 2008 y con Francisco el 28 de noviembre de 2016.

Pese a la diversidad de sus pensamientos, el científico británico participó en varios encuentros organizados por la Iglesia Católica para discutir las teorías científicas sobre la evolución de la creación y de la vida. Fue, sin duda, un hombre que revolucionó la manera de entender el universo; cuyo trabajo y legado perdurarán con el paso del tiempo,  aportando conocimientos a la comunidad científica.

«Quiero saber por qué hay algo en lugar de nada»

Hawking fue miembro de la Real Sociedad de Londres, de la Academia Pontificia de las Ciencias y de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Asimismo, destacó como titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas de la Universidad de Cambridge desde 1979 hasta su jubilación en 2009.

La noticia de su pérdida ha causado una gran repercusión mediática: hoy más que nunca resuenan aquellas palabras que pronunciaba constantemente en muchas de sus conferencias internacionales: «Quiero descubrir por qué existe el universo, por qué hay algo en lugar de nada, aunque el sentido de la vida es precisamente no saberlo todo».

Muere Stephen Hawking

 

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Stephen Hawking: una vida de desafíos


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Indicadores de propiedad intelectual. China figura en el primer puesto.

China encabeza los indicadores mundiales de propiedad intelectual

Foto de archivo: OMPI/Emmanuel Berrod

06 de diciembre, 2017 — La presentación de solicitudes de patente, de registro de marcas y de diseños industriales en todo el mundo alcanzó cifras récord en el 2016, con una fuerte demanda en China, indica este miércoles la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) en su último informe.

El año pasado, se presentaron 3,1 millones de solicitudes de patentes, lo que representa una subida del 8,3%. Es el séptimo año consecutivo con aumentos.

También se incrementaron las solicitudes de registro de marcas, que ascendieron a unos 7 millones, y de registro de dibujos y modelos industriales, que alcanzaron casi un millón.

Este dinamismo en el ámbito de la propiedad intelectual está impulsado por China, que destacó con más solicitudes de patente que la suma de las presentadas por Estados Unidos, Japón, la República de Corea y la Oficina Europea de Patentes en conjunto.

«Cada vez más, China figura entre los líderes de la innovación y el desarrollo de marcas a nivel mundial,» dijo Francis Gurry, el director general de la OMPI.

Detrás del país asiático, el número más alto de solicitudes de patentes provinieron de Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Europa.  En total, Asia representó 64.6% de todas las solicitudes de patentes en el mundo, seguida por América del Norte con 20.5%, Europa con 11.3%, y América Latina y el Caribe con 2.0%.

Si bien la proporción de América Latina y el Caribe a nivel mundial bajó de 1 punto porcentual en comparación con 2006, el número de solicitudes subió de 54.000 a 61.300 en ese último decenio.

El Informe sobre indicadores mundiales de propiedad intelectual también destaca que cada vez se presentan más solicitudes de patentes en el exterior, lo que refleja que la protección de la propiedad intelectual se ha internacionalizado y que existe el deseo de comercializar la tecnología en mercados extranjeros.


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Vaticano: el Papa entrega los premios Ratzinger

El Papa entregó el Premio Ratzinger

 

En el marco de la VII edición del “Premio Ratzinger”, que tiene entre sus actividades la promoción de la investigación teológica y el compromiso cultural animado por la fe y por el impulso del espíritu hacia Dios, como recordó el Papa Francisco, fueron premiados los tres galardonados de este año: los alemanes Theodor Dieter, teólogo luterano comprometido en el dialogo ecuménico, y Karl-Heinz Menke, teólogo y sacerdote católico, gran conocedor del pensamiento de Joseph Ratzinger, así como Arvo Pärt, cristiano ortodoxo, compositor musical estonio dedicado principalmente a la música sacra.  A ellos junto a todos los miembros de la Fundación, Francisco quiso saludar, dirigiendo antes un “afectuoso e intenso pensamiento” al Papa emérito Benedicto XVI.

Su oración y su presencia discreta y alentadora nos acompañan en el camino común; su obra y su magisterio continúan siendo una herencia viva y preciosa para la Iglesia y para nuestro servicio.

El Pontífice invitó a la Fundación Ratzinger a “continuar con el compromiso, estudiando y profundizando esta herencia y al mismo tiempo mirando hacia adelante, para valorizar la fecundidad ya sea con la exégesis de los escritos de Joseph Ratzinger, así como para continuar – según su espíritu – el estudio y la búsqueda teológica y cultural, también entrando en los campos nuevos en los que la cultura actual solicita la fe al dialogo”. De este dialogo el espíritu humano tiene siempre necesidad urgente y vital: tiene necesidad la fe, que se abstrae si no se encarna en el tiempo; tiene necesidad la razón, que se deshumaniza si no se eleva al Trascendente, observó el Papa Bergoglio.

“Joseph Ratzinger continúa siendo un maestro y un interlocutor amigo para todos aquellos que ejercitan el don de la razón para responder a la vocación humana de la búsqueda de la verdad. Cuando el Beato Pablo VI lo llamó a asumir la responsabilidad de arzobispo de Munich y Frisingen, él elige como lema ‘Cooperatores veritatis’, ‘Colaboradores de la verdad’, extrayéndolo de la Tercera carta de Juan (v. 8). Estas palabras expresan bien el sentido completo de su obra y de su ministerio. Este lema campea sobre los diplomas de los Premios que he entregado, para dar a entender que también los Premiados han dedicado su vida a la altísima misión de servir a la verdad, a la diaconía de la verdad”.

El Obispo de Roma manifestó su alegría que los premiados provengan de tres confesiones cristianas, entre las cuales también aquella luterana, “con la que este año hemos vivido, constató, momentos particularmente importantes de encuentro y de camino común”.  “La verdad de Cristo no es para solistas, sino sinfónica, reflexionó el Papa: requiere colaboración dócil, compartir armonioso. Buscarla, estudiarla, contemplarla y traducirla en práctica juntos, en la caridad, nos atrae con fuerza hacia la plena unión entre nosotros: la verdad se convierte así en fuente viva de lazos de amor cada vez más estrechos”, constató, manifestando su alegría por la extensión del horizonte  del Premio que ahora incluye también a las artes, además de la teología y las ciencias a ellas naturalmente interconectadas. “Es una ampliación que corresponde bien a la visión de Benedicto XVI, que tantas veces nos ha hablado de manera tocante de la belleza como camino privilegiado para abrirnos a la trascendencia y encontrar a Dios”, finalizó Francisco.