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Quién era Nelson Mandela. Nota de Mundo Negro

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        Muere Nelson Mandela

Jueves , 05 de Diciembre de 2013 – 23:12
Ha muerto el hombre pero el mito permanecerá. Mandela siempre representará la lucha por la libertad y los derechos irrenunciables, la inteligencia para conciliar en favor del bien común, la integridad del que no se traiciona, la fuerza interior con la que venció a la cárcel. En un mundo lleno de líderes que sirven a intereses en pequeño, Mandela será recordado como un modelo de conducta, un consenso al que poder aferrarse.
 
En 1918 nació Rolihlahla, (“alborotador” en Xhosa), aunque en el colegio le empezaron a llamar Nelson, siguiendo la costumbre de la época. Mandela, de etnia Xhosa, provenía de una respetada familia que le proporcionó una cuidada educación. El sentimiento de pertenencia a una comunidad estructurada y su proceso de socialización influyó decisivamente en lo que llegó a ser como adulto. Mandela creció como un buen ejemplo del “Ubuntu”, la filosofía sudafricana que sugiere que alguien es lo que es porque forma parte de lo que son los demás. “La experiencia de la sabana donde trabajábamos y jugábamos juntos, me hizo conocer desde pequeño la idea de lo colectivo. Como cualquier niño xhosa, obtuve mi conocimiento haciendo preguntas, aprendiendo, viendo a los adultos y tratando de imitarlos”, escribió Mandela.
 
En 1943, se unió al movimiento político Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo era combatir la desigualdad. Pronto se convirtió en uno de los miembros más destacados en la lucha en favor de los derechos de los negros desde el rechazo a la violencia. En 1952 fue condenado a nueve meses de trabajos forzados por comunismo, y también se le privó del derecho de reunión y de expresión en público. Entre el año 1956 y el 1961 volvió a estar en prisión, junto a más de un centenar de compañeros, bajo la acusación, luego revocada, de alta traición. La matanza de Sharpeville, en la que la policía abrió fuego en una manifestación contra el apartheid, matando a 69 personas, y la prohibición del ANC, provocaron que Mandela se replanteara sus ideas y se involucrara en actividades violentas como sabotajes, y atentados contra propiedades del gobierno y la policía. El sudafricano consideró entonces que la violencia podía ser una herramienta táctica a adoptar únicamente en caso de extrema necesidad. Afirmó incluso que el propio Jesucristo había recurrido a ella en el templo porque la situación lo exigía. Sin embargo, el propio Nelson trató de demostrar en su juicio la importancia que el ANC había dado a la no violencia.  “No niego que había planeado el sabotaje. Yo no lo planeé con un espíritu de temeridad, ni porque tenga algún gusto por la violencia. Lo planeé como resultado de una evaluación tranquila y sobria de la situación política que había surgido después de muchos años de la tiranía, la explotación y la opresión de mi pueblo por los blancos”, dijo Mandela en el juicio que enfrentó por sabotaje, terrorismo y conspiración. Solo aceptó el cargo de sabotaje, sin embargo, fue condenado a cadena perpetua.
 
Los primeros 18 de sus 27 años de cautiverio los pasó en la cárcel  de Robben Island en condiciones durísimas. Era una celda pequeña y húmeda. Mandela recibía menos comida que los presos blancos, y solo podía recibir una carta y la visita de un familiar cada seis meses. Mandela dedicó su encarcelamiento al estudio y a la lucha contra el apartheid, y poco a poco fue adquiriendo reconocimiento internacional. Las condiciones de su encerramiento se fueron suavizando durante los últimos años. Mandela estableció contacto con sus carceleros a los que se acercó para poder conocer y comprender mejor a sus enemigos. Desde su prisión, Mandela escribió a su mujer que la cárcel era un lugar propicio para el autoconocimiento como individuos. “A menudo nos juzgamos por factores externos, como, por ejemplo, la posición social, la influencia y la popularidad, la riqueza y el nivel de educación. (…) Sin embargo, los aspectos internos aún pueden ser más cruciales en la evaluación del desarrollo de una persona como ser humano”, escribió desde la cárcel de Kroonstad.
Durante sus años de cárcel se fue gestando una de las marcas Mandela, la de símbolo de la lucha por la libertad. En 1988, con ocasión de su cumpleaños, un multitudinario concierto en Wembley hizo que su nombre sonara con fuerza en los oídos de la comunidad internacional. En febrero de 1990, el presidente De Klerk, ante la presión popular y en un clima de tensión en la calle, puso en libertad a Mandela y legalizó el ANC.
 
“Os saludo en el nombre de la paz, la democracia y la libertad para todos. Estoy aquí, frente a vosotros, no como un profeta, sino como un humilde servidor del pueblo. Vuestros heroicos sacrificios han hecho posible que yo esté hoy aquí. Dejo en vuestras manos el resto de mi vida. Nuestra lucha ha llegado a un punto crucial. Los ciudadanos estamos llamados a aprovechar la oportunidad de poner en marcha un proceso rápido y continuo hacia la democracia. Hemos esperado mucho la libertad. No podemos esperar más. Ver la libertad en el horizonte debe servir para animarnos a doblar los esfuerzos. Nuestra marcha por la libertad es irreversible. No debemos permitir que el miedo nos detenga. El sufragio universal y unas leyes para una Sudáfrica libre y democrática, sin leyes raciales, es el único camino para la paz y la armonía entre las personas”, dijo Madiba, nada más salir de la cárcel.
 
Mandela fue elegido presidente del Congreso Nacional Africano en julio de 1991. Capitalizó su prestigio internacional para conseguir acabar con las medidas racistas del gobierno africano, obteniendo apoyos y siendo, para el mundo, símbolo de la lucha por los derechos de los negros. Sin embargo, el riesgo de guerra civil no era ni mucho menos una fantasía en Sudáfrica. Los extremistas blancos y negros se enfrentaban en actos violentos por todo el país. Fue entonces cuando Mandela demostró habilidad e inteligencia suficientes para vencer políticamente y también convencer, sin humillar a los vencedores. Surgió el símbolo de Mandela el reconciliador. Cuando lo fácil hubiera sido la revancha, actuó verdaderamente en favor del ideal de la convivencia y la igualdad de oportunidades. Mandela siguió denunciando los abusos de las fuerzas de seguridad pero se desmarcó muy claramente de aquellos que se tomaban la revancha, por muy cercanos que estuvieran ideológica, o incluso personalmente, a él. En el 93, Mandela y De Klerk obtuvieron conjuntamente el Nobel de la Paz por acabar con el apartheid y conducir Sudáfrica hacia la democracia.
 
En 1994 Mandela se convirtió en el primer presidente democrático y negro de la historia de Sudáfrica. Obtuvo la victoria con un 62% de los votos. Durante su mandato se firmó la constitución democrática, se mejoraron las relaciones internacionales y se sentaron las bases para la convivencia pacífica. Mandela convenció a los empresarios blancos y a los inversores internacionales de que su país sería estable y garantizó la igualdad de derechos. “He luchado contra el dominio blanco y contra el dominio negro. He cultivado el ideal de una sociedad libre y democrática en la cual todos puedan vivir en armonía y con igualdad de posibilidades”, dijo Mandela. Su primer objetivo fue conseguir una sociedad basada en los derechos humanos y en la que se respetara al diferente.
 
En 1999 Mandela anunció que no lucharía por un segundo cargo, cediendo el testigo a Thabo Mbeki. Tenía 81 años y decidió que lo propio era dar el poder a alguien con más energía y juventud. Con ese gesto, Mandela se diferenció de muchos de los líderes que, provenientes de los movimientos de liberación africanos, pretendieron mantenerse en el poder de por vida. Otro símbolo Mandela: la coherencia.
 
Sin duda, entre los logros de su gobierno destaca la muy imitada Comisión para la Verdad y la Reconciliación que presidió el arzobispo Demond Tutu. La comisión fue un órgano dedicado a investigar todos los crímenes llevados a cabo durante el apartheid y también durante los años posteriores: tanto aquellos realizados por el gobierno como por los demás grupos, incluidos los de defensa de los derechos de los negros. Mandela soportó las presiones de los que querían reeditar unos juicios como a los que habían sido sometidos los nazis tras la Segunda Guerra. La Comisión de la Verdad y la Reconciliación, por el contrario, ofreció una amnistía a aquellos que fueron capaces de confesar sus crímenes y su motivación política. La prioridad no era castigar el mal sino curar las heridas. Las audiencias dieron información a las familias de lo que había ocurrido y se multiplicaron las expresiones de arrepentimiento y perdón. No fue ni mucho menos impecable. La comisión tuvo lagunas importantes como el hecho de que algunos altos cargos no cooperaran del todo o no reconocieran su culpa, siempre justificándose en el desconocimiento. Sin embargo, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación ha supuesto un paso fundamental en la transición sudafricana. Más de 21.000 víctimas acabaron testificando.
 
Por supuesto, Mandela, como humano, tampoco fue perfecto. Sin embargo, sí fue un hombre que luchó por lo que creía y que tuvo la capacidad de inspirar a personas de clases y culturas dispares. Su legado inmaterial es extenso y sobre todo, profundo. Nos deja, por ejemplo, la experiencia de que se pueden superar los antagonismos cuando parece que lo único posible es la confrontación. Y nos ofrece, también, el recordatorio de algo que a menudo se nos olvida o a lo que no prestamos atención, que la historia no está escrita, que el mundo puede construirse de una manera diferente.
 
Mandela será el reconciliador y hombre de Estado que nos anima a apostar por la paz y el bien común, o también el revolucionario que inspira a los jóvenes para cambiar el mundo. Quizá no se trata solo de él, sino también de nosotros, ávidos de símbolos que mantengan la esperanza en un mundo injusto y lleno de incertidumbres. En todo caso, el hombre Nelson Mandela ha hecho su parte. Su vida ha sido más que suficiente para convertirse en necesaria. 
 
 
Fuentes consultadas:
Revista Nigrizia (varios artículos de diciembre 2012)
* Biografía Nelson Mandela (Barcelona Centre for International Affairs)
Nelson Mandela, el corazón de Sudáfrica (por Rocío Martínez)
* La vida de Nelson Mandela (por Andy Young)
* Gracias también a Gerardo González Calvo

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Autor: loiolaxxi

periodista, jesuita, bloguero, profesor, jubilado

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